Te cubres de vergüenza
cuando en la calle
aprieto tu cintura
para besarte.
Ahora estamos solos...
Tú me permites,
con liberadas ansias,
que te acaricie.
Me besas… por la prisa,
mis labios muerdes.
No existen las disculpas,
ni se requieren.
Suspiros y caricias...
Quieren tocarse
nuestros cuerpos... y quitan
sus camuflajes.
Aprovecho las pausas
para aprenderme
tus curvas y tus pecas
al recorrerte...
Y tocar sin premura
tu piel que arde,
diseñando caminos
con tus lunares.
Cuando nos damos cuenta
los ventanales
se han pintado de estrellas...
Murió la tarde.