Lentas pasan las horas cuando el tiempo se te va de las manos. El viento álgido se detiene en el confort de tus piernas, tus senos desnudos extrañan las caricias de mi voz, tu abdomen espera el estremecimiento de mis expresiones sobre sus planicies y tus cabellos añoran ser desacomodados por mis suspiros. Me he ido hacia parajes ignotos, entre la frondosidad de los sotos, buscando el punto exacto donde ha quedado desterrada mi inocencia, cada vez es más la distancia en la que me alejo de tus ojos, más te veo cuando cierro los míos. ¿Volveré?, no lo sé, me descubro más entre destellos de luz cuando me disipo entre los umbrales de las sombras; empero, mis manos se han transmutado en aire y rozan tus senos, mi torso se ha transmutado en agua y moja tus muslos, mis labios se han transmutado en fuego y queman tu rostro, mi vientre se ha transmutado en tierra y sostiene tus pies. Mi alma se ha trocado una sola con tu alma, Mujer.