Elizabeth Maldonado Manzanero

Desamparo

El viento ingobernable e indigente, ha cobijado

con sus fríos brazos mis anhelos,

el obrero corazón esta tiznado de desencuentros

mi cuerpo da cuenta de la mujer enfermiza, 

el hambre de justicia, mi faz enjuta

y mis dedos entumidos de cansancio

me van vistiendo de años, de andares y pesares

y un pequeño puñado a penas de alegrías,

son como la ventisca, de la noche triste

perenemente han silenciado la aurora

y como regalo todo envuelven, 

para el nuevo día no hay renuevo de esperanza.

Mi sol enfermo de añejas culpas 

sigue encumbrando solo mis desdichas

y la soledad embriaga mis palabras

para juzgar el mundo, la vida, mi dura vida.

Estoy lánguidamente longeva y más que presta

a entregarme a la tentación de la noche sin velo

y sus tinieblas nocturnas de miradas que revolucionan

los instintos, todo me va guiando y vago como zombi

ante la caprichosa lujuria de la eternidad

confieso que estoy harta de la maldita circunstancia

y por todas partes me obliga, me rodea, me cerca

de los cabellos a los pies como un cáncer todo infecta

hasta mis intimas y efímeras delicias envejece

prematuramente mis menguadas ganas.

La pordiosera madrugada me acostumbra al hedor,

de la misma mujer que invariablemente soy cada día,

noche a noche, en medio del sueño  y no puede alejar

la idea afanosa de no mirar más el gris de éste cielo,

de asesinar la realidad con fantasías y cobijarme nuevamente

de anhelos, sin embargo, no soy capaz de matar

ni a la mosca mucho menos alegar defensa propia…