antoncolonias75

Continuamente leo

Continuamente leo,
y leo tanta crudeza
que veo
tras de los versos
soledad y tristeza.
No flota en mi cabeza
la bruma del averno
ni veo
a Belcebú en el infierno
junto a la Santa Compaña,
ni miro esa guadaña
de muerte desgastada
amenazante en la losa
cuando en la parca se posa
la oscura madrugada.
Leo,
continuamente leo
y veo
en la espesa lectura
la sombra de la duda.
Leo continuamente,
y leo
palabras hueras, sin eco,
y veo
que filosofan
las mismas voces por el mismo hueco,
y ninguna enciende a mis días azules.
Y en los textos que leo
-leyendo con esmero-
no existen las mañanas de octubre
porqué vivir es retornar a octubre
como escribió
Leopoldo Panero;
Y en este otoño dorado que se inicia
no brota una caricia,
ni el tibio pensamiento
con su lila anoréxico,
ni la dalia explosiva
bendita flor de México.
Leo,
y leo,
y encuentro en la lectura
mi edad de viejo mirando en las alturas
a esas playas de poniente que duermen al ocaso,
y a ese mar que deja en la mañana su regalo:
la luz en mi ventana
y el rumor de la brisa cuando ya no espero nada.
Leo,
compulsivamente
leo,
y veo
las letras que se apagan en fuegos silenciosos;
son poemas oscuros
como perros rabiosos.
No me siento poeta,
ni me siento lector
cuando leo entre las sombras.
Dejaré de leer
en las horas que me asombran
prisionero
de un pupitre en mis rincones,
y abriré sus cajones
con esmero
para guardar en ellos
los reproches,
y esa flor de alhelí,
y ese trigo dorado
que luce el pan labriego.
Leo al amanecer
y luego
en mis ojos abiertos
contemplo que se pierden
desiertos,
los versos de un poeta
cansado de su lira.
Solo quiero las nieves
y esa lluvia de otoño
que suspira
brotando desde el cielo
y me deja en su duelo
el luto en los cristales
tras estos ventanales
menudos de mi alcoba.
Leo,
continuamente
leo y leo.

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