EL QUETZAL EN VUELO

EN BUSCA DE LA LUZ

Así pasaba sus días, desde aquel fatídico accidente, donde su hijo perdió la vida. Sólo a dos días de cumplir sus 18. sin haber probado nunca el alcohol, murió por su culpa. Ella murió junto a ÉL. Nunca más se le vio en público, su nombre poco a poco lo fue tapando el tiempo, polvo y olvido. Ella solo resucitaba cada 15 de noviembre, cuando su hijo cumpliría año, se ataviaba hermosa. Recuperaba su lozanía y juventud guardada.

 

En su pretérito fue una afrodita, con el índice de midas. Gran empresaria de la industria de la moda, pintora, filántropa, mujer de belleza interna y externa, con huellas en su cuerpo de su juventud gimnastica y trato cordial. Gustaba del vino tinto y los inviernos en la playa. Cortejada por hombres, seductores, artistas e intelectuales, ninguno llenaba su vida, porque la esencia de su ser, marcho a otro plano, cuando despidió a su retoño sin primavera.

 

Su hijo, nacido del misterio. lo era todo en su vida; su alegría, su inspiración, su razón de vivir y por quién valía la pena vivir cada día. Dejar una huella en el tiempo, que todos se enteraran que tanto ella como su Keno, estuvieron ahí, rieron ahí, jugaron ahí. Cada viernes abandonaba su mundo de glamur y se pasaba a ese mondo que se había creado. Donde solo caben dos. Eran solo ella y ÉL, su felicidad, los anhelos, la esperanzas.

 

Siempre recordaba ese día. Al abordar el avión, sintió una sombra negra que le aprisionaba el pecho, un oscuro presentimiento y de pronto la llamada de su asistente “necesitas volver”. Lo siguiente fue un desmayo y despertar rodajeada de doctores y su inseparable amiga Mayte, que trataba de explicarle, consolarla y advertir la catástrofe, fue como el derrumbe de las torres gemelas o peor, el apocalipsis con el jinete al costado y un cuerpo inerte.

 

Sorprendentemente se puso de pie, arranco todos los auxiliares de vida de su cuerpo y con voz determinante dijo: ¡llevame con EL!  Se limpio las lágrimas y empezó a sangrar el corazón, su rostro y el alma se le endureció y decididamente, llego hasta la fría plancha del anfiteatro y con mucha ternura limpio su rostro, lo vistió de sol, beso su frente y se recostó a su lado, como cuando chiquillo, rieron y se fueron juntos a un lugar de luz, donde la felicidad los esperaba.

 

LENNOX

EL QUETZAL EN