Amar duele: mas creo que debemos entregarnos, aun cuando duela, pues el dolor de amar es un dolor dulce si nos conduce a una paz interior, lo que significa que no debemos adherirnos, no debemos apropiarnos, no debemos depender, sino ser siempre libres amando; aunque en realidad no es fácil como sólo decirlo.
Yo creo que como creaturas del Amor, nuestra misión principal es dar amor, y para ello estamos en un constante autodescubrimiento (aprendizaje), pues el amor no es un sentimiento, emerge de los sentimientos pero es más que un sentimiento, así, no se trata de sentir amor, sino de ser el amor mismo y entregarse creando una cadena y así tal vez se recibe lo que se da y no siempre de quien se le ha entregado amor pero sí de alguien más; por eso alguien dijo: el amor es aquello que tú das a (sientes por) alguien, y que a su vez ese alguien le da a (siente por) alguien más, al mismo tiempo que alguien más te da a (siente por) ti, bueno, así pareciera que es imposible que dos seres forjen una relación de entrega mutua en el amor, mas la relación es una consecuencia de la decisión de dos personas maduras por amor.
Puede suceder que uno de ambos no tenga la madurez necesaria, si en una relación uno (empático) ama de verdad (sin esperar nada a cambio) mientras que el otro (narcisista) sólo corresponde a ese amor en atención a lo que recibe, implica que uno carga con todo y puede cansarse y por eso posiblemente desistir de la relación; esto no significa que todas las relaciones están condenadas a no ser duraderas, sin embargo, dejando aquellos casos en que dos personas coinciden y conectan, se enamoran con la misma intensidad y se comprometen, tengamos en cuenta los otros casos donde se ama a alguien que nos corresponde o se corresponde a alguien que nos ama, ¿cómo sustentar tal relación?, pues creo que aquel que ama sin condiciones y por ello es correspondido se esfuerza más en la relación enamorando una y otra vez a la persona que ama y quien a su vez por ello responde comprometiéndose a amarle, claro, si es en una respuesta libre, es decir madura, amando a la persona que primero le amó, mejor; sabemos que muchas parejas se mantienen años juntas alimentando una relación de correspondencia en la que los unen otras muchas cosas, como interés, dependencia, moral, honorabilidad y más, no obstante el amor será siempre el mejor de los lazos para una relación en plenitud y felicidad, sin embargo, es posible con madurez la unidad entre dos seres por amor en acto mutuo de correspondencia y compromiso alimentando juntos la relación día a día, entregando ambos lo mejor de cada uno, antes que aspirar a sólo recibir del otro (succionar al otro); sin embargo a pesar de todo, creo que solamente nos queda a cada uno amar y seguir confiando sabiendo que siempre en el amor está inherente el dolor, pero que incluso con eso amar es para lo único verdadero que hemos sido creados.
Así pues, puede suceder que tú sí ames de verdad a una persona que te corresponde pero que luego ella puede desistir de la relación repentinamente; puede ser también que alguien más sí te ame de verdad pero tú sólo le correspondes, y no te comprometes de verdad; cuando en la relación sólo uno la alimenta puede cansarse y también desistir de cargar solo con el compromiso, mas lo cierto es que no se puede dejar de amar cuando es de verdad, quien sólo recibe atenciones sin comprometerse puede luego buscar en otra persona para llenar sus vacíos; amar es para personas maduras ya que implica dolor (esfuerzo, compromiso, solución...), bueno, de todas formas, en eso está lo bello, en vivir el amor, sin importar todo lo demás, que el amor es ya la promesa de eternidad: más allá del espacio-tiempo; así, sin muchos planes, es como decir, que sea lo que deba ser, si algo hay por hacer (para vivir juntos toda la vida) hacerlo al máximo, si nada, pues está bien, lo acepto, yo di todo de mí, y me quedo satisfech@, pero no es fácil, sin embargo reitero, todo es un constante autodescubrimiento (aprendizaje).
Amar es descubrirte a ti mism@, que el amor eres tú, que el amor es en ti, está en ti, tú te haces más y más amor, y te entregas; de ahí eso que dicen que no es lo mismo estar listo para amar que estar necesitado de amor.
Creo que el amor es para siempre; porque sé que no es posible olvidar cuando el amor es de verdad, el olvido es imposible para algo tan trascendental a menos que sea por alguna patología; así, cuando alguien dice que amó, y dejo de amar, miente, porque en realidad no amó, fue un montaje, un engaño, en tal caso se vivió solamente una ilusión del amor, no el amor verdadero, por eso aquello terminó diluyéndose; la determinación de amar, es para siempre, incluso cuando se deba dejar ir a quien se ama apostando a su felicidad, y es que dejar ir no es renunciar al amor, sino amar más, asumir el sacrificio del amor (holocausto); entonces, como el amor es para siempre y no es factible el olvido, sólo nos queda recordar, pero recordar en paz, a eso mismo es lo que llaman: perdonar; y luego entonces el amor, se transforma, como en un amor puro, inocente, infantil, y así, luego es posible amar a alguien más, amarle también para siempre.
Dejar ir, es asumir en cierto modo una ruptura, una separación de una proximidad concretada o al menos deseada, y como tal por ende es necesario vivir un duelo (tiempo de aceptación).
El cúmulo de dolor puede conducirnos hacia un estado de impotencia, es cuando la soledad como aliada en un tiempo preciso de silenciamiento resulta para este caso un idóneo proceso regenerativo, pues en la soledad se reconocen las penas y las tristezas, pero luego es necesario externarlas, sólo así será posible el saneamiento para poder darle cabida a la paz interior; no obstante, es bueno tener presente que el riesgo de la introspección yace en la posibilidad de incrementar la pérdida de la voluntad y desinterés por disfrutar la vida, por eso tras el aislamiento para estar en contacto con uno mismo es necesario estar luego en contacto con los demás para la reconstrucción de los motivos de felicidad.
La incomprensión, la ausencia de atenciones, el rechazo, y situaciones similares, propician inseguridad, miedo, sensación de minusvalía y en consecuencia infelicidad, ante ello es preciso activar la autonomía, es decir, aprender a no depender en demasía de los demás, de alguien más, para ser feliz, así mismo, haciendo lo que nos gusta, en los tiempos de encuentros con uno mismo, siempre ayuda, en actividades como: escribir, leer, pintar, ejercitarse, disfrutar de la música, contemplar la creación y otras más, y con ello conducirnos cada vez más a estar listos para amar, es decir, para ser más amor y entregarnos incondicionalmente.
Es casi inevitable permitirse una proximidad con otro ser tan compatible a uno y no enamorarse, y está bien, no es malo, sin embargo relacionarse requiere madurez, primordialmente para no devastarse cuando la misma vida que une a dos almas concede también que se separen, en esos casos queda la aceptación por más difícil y dolorosa que sea; estando enamorados queremos mucho, es decir, son muchas las expectativas respecto al otro, y fácilmente emergen idealizaciones sustentadas en ilusiones, es decir, cosas por naturaleza irreales, dado que una ilusión desde su nombre mismo porta la cualidad de ser irrealizable, si bien, la vida se conforma también de sueños, desde el sentido de metas, no es preciso que la vida se sustente de ilusiones, así, significa que emprendiéndose los sueños pueden convertirse en realidad y son buenos, pero las ilusiones están destinadas a desvanecerse; por eso, apostarle a las ilusiones muchas veces se paga caro y dado que a cada acción corresponde una reacción, al final nos toca asumir las consecuencias de nuestros actos; en una relación entre dos, decidir corresponderse es comprometerse, lo que implica que se debe asumir tal compromiso con la madurez necesaria de manera mutua y con amor verdadero.
Al corazón no se le puede engañar, y se sabe cuando es mutua la decisión de correspondencia, pero en muchos casos, las dudas invaden y eso, no es que de momento alguien concretamente las cause aunque exista alguna persona enamorándose de quien nos enamoramos, no es sino por inseguridades propias que tendemos a compararnos con otro similar, es decir, con alguien más que pretenda también a la misma persona que uno, y obviamente en toda comparación queremos resultar ganador; cuando por alguna razón concluimos que carecemos de algo sufrimos, como al fracasar la relación o al pensar obsesivamente en la otra persona en la vida de quién se está enamorado, pues nos duele al sentirnos por una u otra sinrazón, con menor valor, así, creo que inconscientemente buscamos justificar nuestra frustración, a veces optamos por dejar de persistir tras sentirnos indignos de merecer ser correspondido dominados por la inseguridad; en ese estado, nos sentimos fatal, por eso emerge un tipo de resistencia en nuestro interior, pues de alguna manera tendemos a elevar nuestro ego; obviamente no reconoceríamos fácilmente que tenemos celos, pero solemos proyectar un resentimiento.
Los benditos celos, en muchas ocasiones pueden transformarse en berrinches, como una forma de buscar ser consentid@ y de comprobar así qué tanto es capaz de hacer la otra persona por nosotros para sabernos mejor y no sentirnos un ser inferior temiendo que alguien más pudiera tener algo más que no poseemos para ofrecerle a ella; los celos son señales de inmadurez, si los celos nos poseen tras el erguimiento de las dudas sustentadas en la irritación de percibir a alguien más en la vida de la persona en cuestión, lo que buscamos es acabar con el enfado y para ello necesitamos autoafirmación a partir de la demostración de la persona que pretendemos de que por encima de todo y de todos todavía uno es el ser más importante en su vida, como lo es ella en la propia, por nuestra dependencia solemos hacer berrinches a raíz de los celos, estos parecen así como si no fueran del todo malos pero sabemos que los celos cuando se tornan enfermizos pueden destruir la confianza necesaria entre dos seres que se relacionan, sobre todo cuando surge la idea insustentable de que existe alguien más en la vida de quien pretendemos sin haberlo corroborado.
Cuando emergen las dudas, no es propiamente dudar debido a la falta de confiabilidad de la otra persona en su proceder, sino que es a uno mismo a quien le cuesta confiar, al menos no tan pronto, por razones de inseguridad, es un asunto interno, aun cuando existen todas las señales de que la persona que pretendemos nos corresponde con la misma intensidad; es que muchas veces luego de relaciones fallidas vividas, se queda en nosotros el temor de volver a ser herido; también suele pasar que cuando somos muy susceptibles, sin tomar conciencia clara del asunto, nos revestimos de una coraza, es decir, una personalidad como sistema de protección que salvaguarde a ese ser sensible y frágil dentro de nuestro interior, porque nos convencemos que mostrarnos sin tal escudo, implica exponerse a quienes no tendrían piedad de lastimarnos, máxime si ya hemos sido lastimados, entonces parece tener más sentido hacerlo.
Enamorarse con inmadurez es darle cabida a que el corazón haga de la suyas, y como el corazón es ciego, pues por momentos nos perdemos; sucede a veces que cuando nos enamoramos nos volvemos como Niños chiquitos, reitero: muy caprichosos, y berrinchudos, obviamente esos berrinches los disfrazamos para no aceptar que tenemos celos, y creo que eso pasa mucho de formas muy variadas, esto es muy recurrente entre dos seres que se relacionan, pero es parte del proceso a falta de la madurez necesaria; en el estado de enamoramiento, es realmente importante superar todo tipo de sucesos como estos porque así los dos seres se conducen conjuntamente hacia la plenitud confrontándolos, conversando y manifestando cada uno de manera clara su parecer, porque entonces el porvenir resultará más alentador para los dos, puesto que de lo que se trata es afianzar la confianza mutua.
El problema que tenemos casi todos cuando nos enamoramos es que con la falta de madurez y dominados por lo celos, no somos nosotros, es como esa frase: no eres tú cuando tienes hambre, así mismo se podría decir: no eres tú cuando tienes celos; por esa tendencia de compararnos y al final sentirnos agredidos, humillados, al vernos menos ante aquella tercera persona con quien mentalmente nos comparamos; la realidad es otra, todos somos de igual valor, nadie es más o menos, pero las comparaciones se dan como reacciones mentales y entonces emerge la angustia que nos quema y luego así responsabilizamos a alguien más de lo que nos pasa o nos culpamos severamente por lo sucedido; casi a todos nos falta la madurez al enamorarnos, queremos mucho y amamos poco, pretendemos, nos apropiamos, nos apegamos... y a veces sólo queda encaminarnos entonces como a ciegas hasta impactarnos irremediablemente contra el muro para abrir los ojos; estando en esta situación lo mejor es contrarrestar la angustia aceptando los hechos como se han presentado y hacer lo mejor por revertirlos si es posible, con perseverancia, paciencia y esperanza, lo que conlleva a amar más y querer menos; aunque esto mismo puede resultar desesperante, si hubiera algo qué hacer con resultados rápidos sería genial, pero muchas de las cosas trascendentales de la vida, es para poner a prueba nuestra paciencia.
El miedo emerge, como un sistema de autoprotección ante amenazas de lo desconocido; otras tantas veces, creo más bien que emerge un temor ante lo conocido; tememos -precisamente- porque habiendo ya vivido la situación, ella nos condujo al final a una experiencia desagradable; resulta verdad eso que un guía espiritual afirma: la tortura por situaciones frustrantes vividas son “enemigos” a quienes nosotros mismos le damos vida; y eso es por la resistencia de nuestro mismo yo que reacciona rechazando lo acontecido, es muy cierto eso que: por lo general consciente o inconscientemente forjamos un yo, vistiéndolo de una imagen tal a quien nosotros buscamos a toda costa honrar, es por eso cuando se suscitan las humillaciones, vergüenzas, incomprensiones, rechazos, reprensiones, fracasos y más, emerge una gran cantidad de energía que busca contrarrestar obstinadamente tales estados como buscando proteger el daño que se hace a la imagen que tenemos del yo; esa gran energía es una torturante angustia, creemos que tal situación no debía haber sucedido como se presentó, que tales hechos se suscitaron de manera injusta dañando nuestra persona (imagen de nosotros mismos) y entonces en la angustia nos envolvemos entre sus llamas ardientes alimentadas por nuestra resistencia de no aceptar eso mismo; hay una fuerza superior, esa fuerza es el supremo Amor, la fuerza creadora de donde todo emergió, la fuerza que nos creó a su imagen y semejanza, es decir, nuestro origen, el Amor-origen a donde hemos de retornar, que es quién permite cada suceso en el universo; las manos de esta gran fuerza conducen a la creación en una perspectiva de eternidad, y nosotros carecemos de esa perspectiva, por eso cuando suceden hechos que a nuestro parecer dañan nuestra persona (imagen de nosotros mismos) reaccionamos resistiéndonos y consumiéndonos en el fuego infernal de la angustia.
No nos damos cuenta que como siervos y creaturas del amor la solución es aceptar tales hechos, hechos consumados o imposibles como algo superior: las cosas son siempre como deben de ser, no significa que no hay nada por hacer, más bien, implica hacer todo a nuestro mayor esfuerzo y al final aceptar el resultado sea cual fuere.
Somos obras del amor y nuestra mayor encomienda es amar, a sabiendas de que en el amor está inherente el dolor, es decir, no toda dolencia es sufrimiento infernal, puesto que aceptar el dolor como ofrenda es un dolor dulce que se transmuta en paz interior y nos conduce a la plenitud, a la felicidad, y sin embargo, lo otro, crear enemigos con la resistencia de toda clase, a la vergüenza, humillación, incomprensión y más, es una dolencia amarga que sólo le da vida a un gran “monstruo” de fuego en nuestro interior que nos quema en las ascuas de la angustia que es atizada a mayor resistencia; por eso mismo el antídoto es el acto contrario: apagar progresivamente -con paciencia- la llama, dejando que se consuma todo el combustible de la angustia, no resistiéndose, sino entregándose en ofrenda (holocausto), como sacrificio al Amor mismo, sin temor al dolor, amar siendo el amor mismo, estando listos para amar y no necesitados de amor, vivir el amor, más que sentir amor, es decir, ser el amor mismo y entregarse, sin condiciones, sin importar lo posterior y también matando toda reminiscencia del monstruo de lo que tiene que ver con lo anterior, puesto que la angustia se alimenta de la pesadumbre (pasado) e incertidumbre (futuro), vivir el amor, en el sagrado sacrificio del amor es entregarse (como ofrenda) en un hoy.
Cuando los hechos que se resisten no son hechos consumados ni imposibles, nos corresponde entregarnos en un esfuerzo al máximo de nuestras capacidades, mas el resultado dependerá siempre de la mano de aquella fuerza creadora que conduce a la creación con perspectiva de eternidad y de la cual somos sus creaturas; al final, sean cual fueren los resultados, no debemos resistirnos a ellos: las cosas son como deben de ser; no resistirse a los hechos consumados o a los imposibles, sino aceptarlos, como siervos del amor, y así mismo proseguir sin temores viviendo en un hoy; no existen los fracasos, sin embargo, la aceptación no es lo mismo que resignación.
Al amar no debemos temer, así, en la entrega entre dos: hombre y mujer, no debemos temer si el lapso es breve o duradero, si se forjará una relación con un lazo irrompible o sobrevendrá la ruptura, sólo debemos amar entregándonos sin esperar nada a cambio, puesto que hay mayor dicha en dar que en recibir, debemos amar que hacerlo es degustar ya la cualidad de eternidad del amor en un estado más allá del espacio-tiempo.
Cuando dos seres, como siervos del amor, llegan a un encuentro y se aman mutuamente, es de ellos el libre albedrío de corresponderse (o no hacerlo); de todas formas, los dos en su entrega están predestinados a eternizarse, no necesariamente porque sus caminos nunca van a separarse, sino porque han de vivir con gran intensidad sus encuentros amándose de verdad (incluso brevemente); pero si no se suscita el acto de correspondencia, de entre ambos, la persona que tras el encuentro ama de verdad para siempre ama, es decir, aun en la ausencia del ser amado, ella ama; otra cosa es querer mucho; así por eso, es el enamoramiento una etapa, los expertos afirman que ésto es un proceso que en la persona que tiene una duración aproximada de seis a ocho meses, creo que en este periodo es cuando se tiende a idealizar y a crear ilusiones (irrealizables).
Cuando una relación amorosa entre dos no puede continuar, creo que lo que se acaba no es el amor propiamente, puesto que el amor si es verdadero es inmortal, lo que muere es la relación en sí, es decir, acaba el compromiso y ese trato, ese afecto, esa afinidad que los une, eso es lo que se extingue; y dado que amar es entregarse, luego entonces, también es posible en la distancia esa entrega, en el silencio y en un acto de sacrificio: un amor verdadero nunca muere, es la vida de la relación lo que acaba; así, cuando el amor auténtico emerge, una vez que cobra vida es perpetuo; el verdadero amor no es necesariamente esa flor que se riega todos los días, como solemos decir, porque aún sin la presencia del ser amado persiste perennemente, lo que sí muere es la relación que emergió como decisión de dos seres que amándose determinaron corresponderse, muere el compromiso y la relación entre dos, esa sí, sí que es esa flor, la cual se marchita y que por ser asunto de dos, ambos van permitiendo (en muchas ocasiones inconscientemente) que culmine su existencia.
Ya que amar es entregarse sin esperar nada a cambio, lo mejor es darse al máximo, sin importar el lapso, sabiendo que en las cosas elementales de la vida los resultados obedecen más que al esfuerzo de uno sólo a otras muchas más fuerzas y que es esa mano con perspectiva de eternidad la que todo lo permite; por eso cuando no hay más nada que hacer, y ya se hizo tanto como fue posible, nos queda aceptarlo, sí, como la ofrenda para el amor mismo.
Luego que culmina una relación entre dos, sumidos en la angustia nos devastamos y optamos por culpar a alguien por el nefasto estado en el que nos vemos y con ello emerge un resentimiento que sólo incrementa más las llamas de la resistencia que nos mantiene en una tortura imbatible; así, podemos alimentar ese resentimiento y proyectarlo hacia alguien, que puede ser una tercera persona al culparla de la ruptura, alimentando en nosotros un sentimiento dañino de envidia; también se puede sentir resentimiento hacia la persona que se pretendía bajo la conclusión de que ella no nos valoró como merecíamos y tener con esto un cierto deseo de venganza; pero más aún, un resentimiento contra nosotros mismos al sentirnos indignos, miserables, limitados, deficientes o carentes de la cualidades que el otro está buscando y con esto en la posteridad nos lleva a privarnos de la oportunidad de amar y entregarnos completamente envueltos en nuestros temores; la realidad es que no hay ningún culpable, un resultado depende de muchos factores, al final, las cosas son siempre como deben de ser, por algo suceden las cosas.
Para amar es necesaria la madurez, la cual se va adquiriendo con el autodescubrimiento (aprendizaje) contínuo, en las experiencias mismas al irlas viviendo y en ellas nos vamos preparando cada vez más para ser más siervos del amor, para amar de verdad, considerando que cada vivencia en el amor, sea cual sea el resultado de la misma, es un aprendizaje; la inmadurez nos sume en la locura (resistiéndonos) quemándonos en las llamas infernales de la angustia; la madurez nos conduce en la sabiduría (aceptando) reconociendo la mano del supremo Amor que conduce a toda la creación con perspectiva de eternidad; está en nosotros mismos en qué senda encaminarnos.
El sentido de la vida es: la gratuidad del amor, entregarle a alguien todo el amor que se tiene -para dar-.
Tanto mejor sería que como seres amorosos lográramos la realización del amor, en la entrega del amor fraternal (Philos): en la asistencia del necesitado, en el auxilio del excluido, mas es una exigencia que sin llamado real para ello, resulta difícil de sobrellevarse.
Pero está este otro aspecto del amor, el amor entre dos, el amor conyugal (Eros), el amor que se hace pleno tendiendo luego hacia el amor filial (al forjar una familia) y al fraternal.
En cierto modo el ser humano siendo un ser amoroso siempre está buscando su complemento pues se percibe incompleto, no puede estar sólo porque necesita darse para que todo tenga sentido.
Todos fuimos hechos para no estar solos y también creemos en esa entrega mutua que hay entre dos, emergente unificación de dos seres que encuentran cada uno en su par el complemento que los sume en la plenitud.
En el darse está la plenitud, así, creo en el Amor desde la esencia misma de cada ser, que trasciende aun más allá de los pensamientos, aún más allá de los sentimientos, porque amar es más que sentir, amar es Ser.
Así, los pensamientos son los ojos de la mente, los sentimientos los ojos del corazón, mas del alma, es la fe el ojo del alma; amar es un acto de fe, un acto de esperanza, somos creaturas del Amor, para amar en todas las manifestaciones del Amor: Eros, Philos y Agápē.
La amistad, es sin duda, la más evidente forma de amar, porque un@ amig@ es esa persona que con libertad te ha dado todo de sí misma (entregándose) incondicionalmente, y es un@ amig@ precisamente por lo que ya te ha dado de sí en el lapso que se entregó, sea que se vaya o no, sea que vuelva o no.
Darse es también hacer lo que nos gusta desde la perspectiva del amor, así el empleo no es más un trabajo; amor a lo que haces, porque el amor es siempre inefable y creo que como seres amorosos el amor debe ser el punto de partida de todo y el propósito verdadero, la misión, la visión de cuanto se hace; con gran entusiasmo en trabajar (darse) por ayudar (a los demás) más allá de que sea una labor bien remunerada o no, con reconocimientos o no...
Y así están las dos cosas: lo que hacemos y la búsqueda de nuestro complemento; no es casual, todo está relacionado: la familia y el trabajo, la pareja, los hijos, el bienestar, socializar, todo; nada tendría sentido si no es por la felicidad del darse (amar).
No todos somos iguales y por eso no buscamos exactamente la felicidad de la misma manera; sé que todos tenemos un temperamento, el cual por lo general es mixto (dos temperamentos combinados) heredado de nuestros padres, con un temperamento más predominante que otro, o incluso un sólo temperamento puro (el mismo heredado de ambos padres), todos somos diferentes y sin embargo tenemos caracteres positivos o negativos de nuestro temperamento los cuales compartimos con otros seres, pero también implica que habrán personas con temperamentos totalmente ajenos que jamás podrán entender a alguien que no posee un temperamento que no es el suyo.
Dado que se suscitan las incomprensiones esencialmente por los diferentes caracteres que emergen en cada quien, según la configuración de los lados negativos y positivos de un temperamento, ocurre que tantas veces casi inevitablemente, y más sin conciencia clara de ello, en las interacciones, nos propiciamos daños profundos en el alma, unos con otros, es por eso que luego resulta necesario encontrar la vía para sanar los daños internos.
Sobre el perdón como sanación, creo que no haría falta el perdón como tal, al menos no del modo convencional de asumirlo, en cambio es necesario, sí, pero no desde el entendido de perdonar algo o perdonar a alguien por algo, de favorecer a alguien al perdonar no, en realidad no hay culpabilidad alguna; así, creo que perdonar (comprender), no es hacerle un bien a alguien, creo que mas bien es liberación, es hacernos un bien a uno mismo primero, creo más en eso, incluyendo el perdonarnos a uno mismo; así, no es hacerle un bien a alguien más, sino a uno mismo en el sentido de que podemos liberarnos de aquello a lo que oponemos resistencia y que nos genera una angustia que nos devasta; desde luego si alguien indudablemente nos hizo algún daño, tal vez más inconsciente que conscientemente, y no obstante de que tal ser debe asumir con responsabilidad las consecuencias (incluyendo el perdonarse para liberarse por sí mismo también); sin embargo, al autoperdonarnos nos liberamos de sombras pasadas que nos sumen en la desolación, en el vacío.
Generalmente sucede con gran probabilidad que quien nos propició un daño puede andar de lo más tranquilo, y por el contrario uno mismo sufriendo, entonces necesitamos liberación; de igual modo, cuando consciente o inconscientemente dañamos a alguien, buscar su perdón es un acto de liberación para uno mismo, puede ser que tal ser con madurez ya nos halla perdonado (comprendido) desde el momento mismo en que recibió el daño, en cambio, puede suceder que tal ser se esclavice en la angustia de su resistencia por el daño sufrido, con un resentimiento y deseos de venganza, entonces será él quien necesitará liberación: perdonar (comprender), ayudarlo es menester.
Creo que el perdón es una manifestación del Amor, así, el que ama, en realidad nada tiene que perdonar, es decir, no después; cuando al instante mismo está perdonando (comprendiendo), está amando, y así no se esclaviza a la tortura de la angustia por la resistencia ante el daño sufrido; el amor es libertad, es liberación.
Sucede que como seres humanos a veces tenemos que sobrellevar momentos de cansancio del alma alma; creo que en todo el trayecto de la existencia, las brumas no dejarán nunca de envolvernos, y aunque parezca que estamos consciente de desvanecerlas rápidamente, no siempre es así, a veces no percibimos cómo es que estamos ya totalmente rodeados de una pesadumbre aplastante, y aunque pareciera que fuera fácil ahuyentarla (desde luego no todos somos iguales incluso para afrontar esto), hay momentos que todo eso nos devasta y sin fuerzas caemos al suelo, y no tenemos la fuerza para contrarestar sus embates, y entonces nos aplasta, pero también es cierto que eso mismo no puede ser permanente, y en algún momentos debemos resurgir.
En ocasiones, repentinamente nos ocurre eso de: la desolación de sentirnos totalmente perdid@s, de caer en una aplastante crisis existencial, de recibir los embates de la depresión: puesto que la depresión es eso mismo, morir lentamente perdiendo el sentido de la vida y así la existencia se vuelve una agonía, en una constante alternancia de pesadumbres y resurgimientos.
Creo que es indispensable tener fe y tener fe no es precisamente que una fuerza superior nos conceda lo que anhelamos de un momento a otro, es decir, no es que esa potencia nos haga un milagro para que todo sea perfecto, ante todo la fe es una apuesta, creo yo, que es más bien una especie de reconocer que estando limitados en el espacio-tiempo carecemos de la perspectiva de eternidad; tener fe, es confiar en la Voluntad del supremo Amor y que hemos de hacer el máximo posible de lo que nos corresponde en cada momento pero desde la confianza de que el resultado depende de esa fuerza que conduce a la creación entera; tener fe es extender nuestra perspectiva limitada en el tiempo a más allá de este, tener fe, no es más que reconocer la Voluntad de ese Supremo Amor y aceptar los resultados, cualesquiera que sean, tras haber hecho el máximo de nuestras posibilidades que también al no hacer el máximo sobrevienen las frustraciones, las insatisfacciones, el tedio...; tener expectativas mayores a nuestras capacidades y tras no alcanzarlas como se pretendía, emerge un cúmulo de angustias que al ser reiteradas nos sumen en un cansancio del alma; desde luego tras las pesadumbres queda una y otra vez resurgir sanando (en el proceso) profundamente de modo paulatino.
Es natural sentirnos perdidos, en ocasiones, mas nos queda tener fe de que ese momento no puede ser para siempre, pues estando atentos puede irrumpir una señal que nos indique el camino a seguir, y nos queda persistir pacientemente en este trayecto en el que amar es lo único y verdaderamente importante.
La felicidad no es un estado final por conquistar, sino brevedades en el camino y por ello queda persistir y sustentar el aliento de vida en motivos (bendiciones) que el mismo trayecto nos concede.
Se puede decir que estamos hechos para vivir en pareja y que ese acto mismo, es sagrado, creo sin embargo que por otro lado, generalmente no sabemos lidiar cuando corresponde con el hecho de amar en silencio, amar en la distancia, y amar en sacrificio (agápē), que todo esto también es posible, pero no es tan fácil como sólo decirlo.
Los pensamientos y los sentimientos no se separan del todo de la esencia, de pronto el corazón, que siempre es ciego, exige presencias cuando detecta la existencia de la persona a quien mucho se quiere; así, el corazón siente, y se aferra, no sabe si la distancia consiste en cinco pasos o mil kilómetros, simplemente exige presencias aquí y ahora, y entonces la mente entra en conflicto: en acceder a la disposición del alma que ama en lo etéreo sin esperar o en atender al corazón que ama en lo corpóreo y que exige presencias aquí y ahora.
Se puede amar a un ser desde el principio en un amor como entre niños, puro, sin pretensiones (apropiaciones), no obstante, siempre desconcierta cuando de pronto se comienza a querer (esperar) y el ciego corazón exige, por eso emerge un conflicto mental, como un estar en contra de uno mismo; pero también es posible aprender a amar en silencio, amor en sacrificio, sin esperar nada a cambio, ese amor termina transformándose así, en un amor inocente, ¿por qué?, ¿acaso porque así debía de ser?, amar no dejará jamás de ser desconcertante, acaso porque el acto de amar es un acto eterno, acaso porque amar de verdad es para siempre (porque no es posible olvidar un acto trascendental), así, no se deja nunca de amar, cuando es de verdad, tan sólo se transforma ese amor en tal caso (de Eros a Philos).
Cuando alguien ama de verdad y el ser amado se convierte en la mujer o el hombre de su vida, según sea el caso, desde luego eso no puede cambiar de un día para otro, si acaso no es posible forjar una relación, no deja la otra persona de ser la mujer-hombre de su vida rápidamente tan sólo por tal motivo, se trata esencialmente de un proceso de liberación, un aprender a dejar de querer (pretender) para sólo amar (sin esperar); es desprenderse del ser amado, un dejarlo ir, que no es renunciar al amor, sino amar más entregánse en un sacrificio, que por Amor se antepone la felicidad del ser que se ama, es desprenderse del ser amado, un liberarlo, que no es renunciar al amor sino amar más, y ese entregarse en un sacrificio que por Amor se antepone la felicidad del ser que se ama no es fácil ante el conflicto mental y la resistencia del corazón, pero es posible lograrlo, incluso con «dolor y sangre» interiores, para que ese amor se transforme como en un amor limpio, en un amor puro sin mayor pretensión que la felicidad de quien se ama aunque uno no permanezca a su lado, porque el amor cuando es de verdad no se olvida, así en el amor conyugal no se deja nunca de amar, se deja ir y sólo se transforma ese amor para poder amar a alguien más en esa misma entrega, en la entrega entre dos seres.
Parece común en ciertos casos que tras sabernos amando, pretendemos que ese ser que de pronto amamos, sea quien tenga que adivinarlo por su cuenta; desde luego me refiero al Eros (amor entre hombre y mujer), y me pregunto, ¿pero por qué se espera eso?; yo creo, que sea lo que sea que deba de ser, decirlo es imperioso, sin temor, sin esperar, porque ese sosiego tras haber hecho lo que se debía es como una paz inexplicable, es quedarse con la satisfacción de haber actuado como correspondía, así, si no hay cabida para una relación, pues bien, al final me diré: hice tanto como estaba en mí hacer, yo quedo tranquil@.
También estoy convencido de la imperante decisión de dejar ir en situaciones en las que luego de hacer al máximo de lo posible claramente no es factible que se pueda dar vida a una relación, debido a que esta es un compromiso de dos y no de sólo uno, en este caso se debe dar paso al amor en sacrifico: amar en silencio; sin embargo, se suscita así un «amar en silencio», y esto es tremendamente doloroso cuando no se trata de un dejar ir y amar en la distancia propiamente, sino aquello en que se ama sin habérselo hecho saber al ser amado y se deja de insistir, es consumir cada día de la existencia en un estado desolador, porque ese ser simplemente no ha podido ni sospecharlo siquiera.
Apelo al valor del amor en silencio, pero esta forma de amar no, no a este dolor de amar por largo tiempo sin que el ser amado lo sepa jamás.
Es válido dejar ir, por amor, luego de haber dado tanto como era posible, y no haber callado nada ni haber dejado de hacer tanto como se debía; desde luego, asumiendo que cabe la probabilidad de que luego de hacérselo saber el ser amado simplemente diga que no, que no hay ninguna posibilidad de correspondencia.
Quizás es por esto que surge el temor de decirlo, por el rechazo; así, optamos por enviar señales, pero arriesgando muy poco, casi nada, por tal temor, y entonces así este amor en silencio se vuelve tétrico y hasta devastador, tal vez tanto como resulta también serlo ese amor declarado pero rechazado, no obstante, este último alcanza mejor el saneamiento, pues no habrá arrepentimiento alguno ni frustraciones tras haber hecho tanto como se debía con la intención de dar vida a una relación, porque esto es lo propio del amor entre dos.
Aquí es donde fácilmente surge una interrogante: ¿cómo saber cuándo se ha llegado demasiado tarde o demasiado pronto a la vida de la persona que amamos?, desde luego centrados en el amor en su forma de Eros (amor entre el hombre y la mujer).
Sí, he ahí el punto, debe de ser ni demasiado pronto ni demasiado tarde, sino a tiempo, en el momento preciso, en el instante exacto, empero, ¿de quién depende llegar a tiempo?, no de cada uno de los seres que se han de encontrar, ¿acaso de la fuerza del Supremo Amor?, ¿acaso de la mano de esa fuerza creadora que conduce a la creación con perspectiva de eternidad?
Se ama porque se ama, porque sí, se ama al ser amado por quien es, sin mérito suyo, sin haber hecho aquella persona nada, tan sólo por el descubrimiento de su esencia única e irrepetible.
Existe el Amor de verdad y la ilusión del amor; amar de verdad es para siempre mientras que vivir una ilusión del Amor no es Amor verdadero, acaso un autoengaño; la ilusión del Amor se desvanece, es cuando alguien dice que dejó de amar, que olvidó; mientras que en el Amor de verdad no cabe el olvido, se ama para siempre, no se deja de amar tan sólo se transforma el Amor dejando de ser Eros.
Creo que luego de llegar a tiempo, la correspondencia es mutua en un amor verdadero, por eso, creo que si no ha sido así, será mejor reconocerlo y asumir el sacrificio de Amor, dejando ir a quien ya se ama, que sabemos no es una renuncia sino que es más Amor, apostando a su felicidad aunque a lado de alguien más.
Cuando para el ser que se ama ya existe alguien que es su todo, ese ser no podrá verte como su todo ciertamente; a su vez, tampoco podrá cuando el ser que amas está en proceso de duelo, es decir, todo lo que implica asumir el dejar ir a quien en ese momento es su todo pero le apuesta a la felicidad de aquella otra persona dejándola ir, siendo necesaria la separación; creo que ese ser que está en estado de aceptación de una ruptura, no puede ver a nadie más que llegue a su vida con un Amor-Eros (amor entre hombre y mujer), creo que pretender que sí, puede resultar un autoengaño, considerando que luego de salir del duelo y aceptar una ruptura, tal ser más fácilmente estará listo para amar a alguien más que ha de llegar y no a quién ya había llegado en ese lapso, acaso por verle desde un Amor fraternal, valioso en su proceso.
Llegar a tiempo, desde mi particular percepción, es coincidir, en ese momento preciso en el que emerge la conexión, entre dos, y el uno para el otro se entregan y reciben, convirtiéndose desde ya en el ser amado del otro; sobretodo cuando cada uno es una persona totalmente libre, pues no hay nadie más en sus vidas ni a lado suyo ni en un proceso de ruptura.
No significa asegurar con esto que de ninguna manera quepa la posibilidad de ser correspondido tras no llegar a tiempo, claro que ese ser al que se está amando puede decidir corresponder a la entrega de amor que se le hace, a pesar de que no se haya llegado a su vida en el momento preciso.