Alberto Escobar

Carezco tanto...

 

Son mis carencias las que filosofan. 
Necesito mi filosofía como sostén, 
tranquilizante, medicina, salvación, 
exaltación, extrañamiento de sí. 

—Nietzsche, Gaya Ciencia. Prefacio del autor. 

 

 

 

Carezco,
carezco de lo más básico,
carezco de lo que carece
la tórtola cenicienta, 
carezco de la pureza del blanco,
de la sensatez del que libre
anda hacia ninguna parte;
carezco, y sigo careciendo,
y seguiré, porque es tan profundo
el pozo que no hay agua que baste
a sus paredes, a sus aljibes y poleas.
Carezco
Soy un mar de dudas, sin olas
ni puestas de sol que se pierden
detrás de un horizonte incierto.
Soy un pájaro yerto, que yace eterno
sobre el helor ardiente de una acera,
soy cualquiera, un alguien que echado
al mundo debe alimentarse por instinto.
Sí, soy distinto, soy cisne contra pato
o quizás lo contrario, aunque pretendo
cisne por aquello de lo psicológico. 
Soy un engendro antropológico
que se expone en la sala de la biblioteca
para ilustración del alumnado, carezco. 
Anochezco tras la cortina de mi cuarto,
me dejo arrullar por mis pensamientos,
cierro los ojos al ritmo de un tantán
que repercute en el alma como caja de violín.
Soy la crónica de un fracaso anunciado,
soy tan carente que hasta la palabra
lleva mi foto en el diccionario, carezco. 
P.D. Quien sea tan cándido de creerse
esta ficción le digo eso, que es ficción.
Mi realidad en el momento de escribir
esta composición es que he dejado 
desvenarse un proyecto amoroso, solamente.