Danny McGee

IBA HERMOSA.

IBA HERMOSA.

Se le veía caminar con la soltura de una gaviota sobre la arena, sin el lógico espanto que provocan las olas al llegar hacia la orilla. Simplemente caminaba para envolver la playa como muchas veces hace el sol sosteniéndose en la tarde.​
Iba hermosa. Iba clara entre las huellas refugiada en su sonrisa, en su baile ensortijado y libremente retratándose en las aguas de un domingo.​
Por las horas de un silencio disparado por los ojos, iba vista hacia las lágrimas que hacen ver el horizonte. Una guía la calmaba como calman ciertos besos a quien ama y con esmero.​
Se perdía y se encontraba en un mismo sueño aislado, en un mismo paso ardiente y ligeramente libre, pero ella estaba vista como piel sobre el paisaje, así como lo hacen las gaviotas ignoradas.​
Iba hermosa en tono errante con su capa de ilusiones y cortaba los suspiros sin siquiera verse oculta. Una pausa la buscaba para verse hilando aguas y yo sólo contemplaba ese brillo fulminante, el que muchas veces rompe con su misma palidez. ​