Alberto Escobar

Ariadna abandonada

 

Ariadna abandonada por Teseo. 

 

 

 

 

 

¡Dónde estás Teseo! ¿Has ido a por leña?
¿Dónde estás que no te veo?¿Espero a que vengas
o voy a buscarte? La aurora está subiendo sonrosada.
No hay nadie cerca, no sé qué isla es esta
y ni siquiera estoy segura si es isla o tierra firme. 
¡Estás tardando vida mía! Las horas pasan
y no veo tu silueta recortada en el horizonte.
Miro ora a un lado, ora a otro y no apareces.
Mi lecho se está secando de tu ausencia,
tu calor se me va perdiendo, y tu olor se me olvida.
Me parece que te veo venir, sí, allá a lo lejos;
pareces montado a caballo a paso lento, te acercas,
me sube el color a la cara, los labios se me estiran
llenándose de vida —vuelvo a sentirme bien. 
Voy a ponerme guapa para recibirte; cogeremos
pronto la nave para volver a Grecia y vivir juntos.
Cuando lleguemos a Atenas seremos uno, juntos
siempre, inseparables en el lecho, pegados al sexo. 
No me digas que necesitas tiempo, tu tiempo.
¿Qué te pasa, no te gusto?¿Qué necesitas pensar?
¿Qué mujer te ha hecho daño?¿Tienes miedo 
de enamorarte y que yo me vaya cansada de ti?
¿Me quieres ahora?¿Te gustaría hacer el amor 
conmigo, sentirme, ahora? Vive el ahora, el momento.
La vida cambia, y el error está en no vivir lo que te ofrece
la vida en cada momento —si el amor se quiebra
siempre quedará el afecto, las ganas de que nos pase
lo mejor y de desear lo mejor para el otro. 
Tardas en llegar, el caballo cabalga lento.
Me mata la espera, el tiempo se me escurre entre los dedos
como arena de duna, no llegas, no estás más cerca. 
Lloro como cántaro roto. Se me hunden los ojos
como el sol cuando baja la tarde...
Me voy a sentar en esta piedra por que temo desfallecer.