Raiza N. Jiménez E.

Y Era Florista.-

Ella:

¡Lo vi pasar una soleada tarde!

andaba muy alegre y elegante,

de su prestancia hacías alarde.

No pensé en nada en ese instante.

*-*

Pero a mi puerta solícito, Él tocó.

Entró pidiéndome una linda y roja rosa.

La que vio en mi jardín y él la compró.

Ciertamente, era la rosa más hermosa.

*-*

Esperaba que le escribiera una nota,

para enviársela a alguna fulana,

pero el sujeto no escribió ni jota.

y apresurado y nervioso sacó la lana.

-*-

Oh, mi Dios, cuál no sería mi sorpresa;

el sujeto se colocó la rosa en su ojal.

¡Ujú! eso es para agenciarse una presa,

pensé, mientras continuaba en mi rosal.

-*-

¡Mi madre, qué hombre tan vanidoso!

Y exclamé: “válgame Dios y los Santos”.

¡Ujum!, no debe ser muy generoso

y seguí, en voz baja, rumiando mis cantos.

-*-

Pero al otro día, bien trajeado, él volvió

a comprar un gran ramo de Margaritas.

Lo tomó, me miró  fijamente y se volteó

diciéndome: Este es para usted, Señorita.

-*-

¡Ah, Caray! respondí ¿Y a Ud.qué le pasa?

Mi Dios, ese hombre se transformó,

 y como pomposo escudero de comparsa!

Pues, me dio una flor y ni siquiera me miró.

*-*

Pero allí no quedaría este raro asunto...

El sujeto bien trajeado, volvió al otro día.

Y en tono bajo preguntó por un asunto.

Sin ni siquiera darme, los buenos días.

*-*

Oiga, le dije: ¿Qué le pasa a Usted Señor?

Aquí no vive ninguno apodado: Presunto.

Creo que Ud. ha cometido un error...

Acá no tengo pendiente, ningún asunto.

El:

¡Usted, mi estimada, no entendió nada.

Óigame muy bien, agraciada, Señorita!

Yo vine a comprarle a Ud. las Margaritas

y sí a pedirle a Ud. que sea mí amada.

Ella:

No se mueva tan de prisa, mi Señor:

Si usted me quisiera como amada,

tendrá que jurarme un eterno amor

y debe tener una cuenta acomodada.

*-*

Yo siembro y vendo acá, las Margaritas,

trabajo duro para procurarme el sustento.

Y, además, aún soy una casta Señorita.

Eso sí, en verdad, ando buscado un portento.

*-*

Y si, Usted, conmigo se quiere casar,

le toca comprarme el jardín y el rosal,

a mi papá y mamá, tendrá que amansar

y hacerse de todo ésto, cargo cabal.

El:

No hay problema: Yo le compro su jardín

y Usted, juiciosa, me cultiva las Rosas;

y yo, juicioso me cuidaré del carmín,

cuando vaya a visitar a otras mozas.

Ella:

¡Mire, caray, y Usted dijo: ya la vencí!

No sabe que yo, ya con otras lo vi.

Y que, yo ya vine y también, ya fui

y, allí mismo, en su fraude le cogí.

-*-

Pues, mijitico, esta carta se la envié:

¡Ya que a un hombre, tan elegante,

hay que exigirle tremendo adelanto!

Una casa y un gran brillante, por delante

y que sea, Usted mismo, de brinco y espanto.

Mire, se ve que Ud., aún no me conoce:

¿Qué se pensará este vanidoso patán,

es un tipo engreído y se cree un gran galán!

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