Ella:
¡Lo vi pasar una soleada tarde!
andaba muy alegre y elegante,
de su prestancia hacías alarde.
No pensé en nada en ese instante.
*-*
Pero a mi puerta solícito, Él tocó.
Entró pidiéndome una linda y roja rosa.
La que vio en mi jardín y él la compró.
Ciertamente, era la rosa más hermosa.
*-*
Esperaba que le escribiera una nota,
para enviársela a alguna fulana,
pero el sujeto no escribió ni jota.
y apresurado y nervioso sacó la lana.
-*-
Oh, mi Dios, cuál no sería mi sorpresa;
el sujeto se colocó la rosa en su ojal.
¡Ujú! eso es para agenciarse una presa,
pensé, mientras continuaba en mi rosal.
-*-
¡Mi madre, qué hombre tan vanidoso!
Y exclamé: “válgame Dios y los Santos”.
¡Ujum!, no debe ser muy generoso
y seguí, en voz baja, rumiando mis cantos.
-*-
Pero al otro día, bien trajeado, él volvió
a comprar un gran ramo de Margaritas.
Lo tomó, me miró fijamente y se volteó
diciéndome: Este es para usted, Señorita.
-*-
¡Ah, Caray! respondí ¿Y a Ud.qué le pasa?
Mi Dios, ese hombre se transformó,
y como pomposo escudero de comparsa!
Pues, me dio una flor y ni siquiera me miró.
*-*
Pero allí no quedaría este raro asunto...
El sujeto bien trajeado, volvió al otro día.
Y en tono bajo preguntó por un asunto.
Sin ni siquiera darme, los buenos días.
*-*
Oiga, le dije: ¿Qué le pasa a Usted Señor?
Aquí no vive ninguno apodado: Presunto.
Creo que Ud. ha cometido un error...
Acá no tengo pendiente, ningún asunto.
El:
¡Usted, mi estimada, no entendió nada.
Óigame muy bien, agraciada, Señorita!
Yo vine a comprarle a Ud. las Margaritas
y sí a pedirle a Ud. que sea mí amada.
Ella:
No se mueva tan de prisa, mi Señor:
Si usted me quisiera como amada,
tendrá que jurarme un eterno amor
y debe tener una cuenta acomodada.
*-*
Yo siembro y vendo acá, las Margaritas,
trabajo duro para procurarme el sustento.
Y, además, aún soy una casta Señorita.
Eso sí, en verdad, ando buscado un portento.
*-*
Y si, Usted, conmigo se quiere casar,
le toca comprarme el jardín y el rosal,
a mi papá y mamá, tendrá que amansar
y hacerse de todo ésto, cargo cabal.
El:
No hay problema: Yo le compro su jardín
y Usted, juiciosa, me cultiva las Rosas;
y yo, juicioso me cuidaré del carmín,
cuando vaya a visitar a otras mozas.
Ella:
¡Mire, caray, y Usted dijo: ya la vencí!
No sabe que yo, ya con otras lo vi.
Y que, yo ya vine y también, ya fui
y, allí mismo, en su fraude le cogí.
-*-
Pues, mijitico, esta carta se la envié:
¡Ya que a un hombre, tan elegante,
hay que exigirle tremendo adelanto!
Una casa y un gran brillante, por delante
y que sea, Usted mismo, de brinco y espanto.
Mire, se ve que Ud., aún no me conoce:
¿Qué se pensará este vanidoso patán,
es un tipo engreído y se cree un gran galán!
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