Freddy Kalvo

El río turbulento

Un hombre, bajo un olivo,

miró el río acaudalado,

crecido, como enfadado

y para nada atractivo.

 

Quería cruzar el río

turbulento y mal oliente.

Y era fuerte, su corriente,

¡su caudal era bravío!

 

Y pensaba muy atento

cómo llegar a la orilla

sin caer de la barquilla

en el río tan violento.

 

De pronto, llegó un amigo,

con deseos de cruzarse

pero no de aventurarse

porque el río era enemigo

 

con su fuerza, que a raudales,

ponía la vida en vilo.

Y meditaba, en sigilo:

«Si te caes, no te sales»

 

Y así, pasaban las horas.

El río con su creciente

cruzarle, no era prudente,

si su fuerza no la ignoras.

 

El tiempo se iba volando

y la noche, aparecía.

Lentamente oscurecía,

cuando el sol se iba ocultando.

 

La ansiedad se incrementaba

queriendo cruzar el río,

el cielo, estaba sombrío

y aquel caudal, no mermaba.

 

De pronto llegó indignado

un don, dispuesto a pasar.

El río intentó cruzar

y terminó revolcado.

 

Quisieron darle la mano

pero eso no fue posible

aquello fue predecible

se hundió en el fango con guano.

 

Las aguas se lo arrastraron

los gritos ya no se oyeron

los tumbos más se sintieron

en piedras donde chocaron.

 

Aquellos gritos de auxilio

el ruido dejó callados

y los ecos, ahogados,

de aquel pobre don Basilio,

 

que presuroso llegó

sin valorar la corriente

como ha pasado a la gente

que su ego, no comidió.

 

Todo deja una enseñanza

si es que atentos siempre estamos;

y si no, nos lamentamos,

con el tiempo y con tardanza.

 

No navegues en los ríos

con sus aguas turbulentas

mide bien, a qué te enfrentas,

para no sufrir hastíos.

 

Calma bien tus emociones

no te arrojes por instinto

en un mundo variopinto

con sus malas intenciones.

 

Los que nunca se cruzaron

ese río turbulento

aunque el paso fue más lento

a la orilla bien llegaron.

 

Y habían interrogantes

en los dos buenos amigos

que también fueron testigos

de las aguas repugnantes.

 

¿Habrán voces disidentes

que salgan con sus alardes

diciendo: ¡fueron cobardes!

y creyéndose valientes?

 

Don Basilio en la mañana

fue encontrado, para suerte,

porque lo arrastró la muerte

hasta la inmensa bocana.

 

«Esta historia es repetida

no les causará extrañeza

porque al muerto se le reza

pero no vuelve a la vida».