Déjame.
Eres en exceso alto.
Así no puedo hablarte,
me ahogas
las palabras
que escribes entre tus ojos,
tus manos
que hablan cien lenguas.
Me desnudas sin tocarme,
no me permites refugio
y sólo caigo de rodillas
ante tu voluntad,
tus miradas
clavos son
que hundes en mis nervios.
Trapicheas con mis
semillas, mi agua, mi fuego,
mi poquito de tierra.
No puedo florecer en golondrina
sin sol.
Me torturas
y ni siquiera me ves.
No me alimentas,
con tanto que me cosechas
mil mundos crecieran.
Agostas, derribas, quiebras,
y no me miras
siquiera.
Huyo de ti, como del espanto
que medra en todos los desiertos.
Todo lo tomas, pues todo lo envidias
para ti mismo,
todo en ti lo revueltas, pestilente hormigón,
negro pozo que todo acepta, todo exiges
como compromiso de obediencia,
nada puede huir de ti,
estéril trauma de la vida.
Luz pura, luz siniestra
ocultas tu verdadera faz
y tienes una máscara
para cada ocasión y espectador.
Ni siquiera
me hablas.
Volteas ante cada espejo,
cada escaparate. En tu cueva
no hay espejo.
Escupes tu maestría universal,
omnisciente, brutal.
Hieres, mancillas, obligas.
tus cuitas, tus crímenes, y sales de casa
duchado, perfumado, afeitado,
Nadie te observa, no saben
lo que ocultas, no saben,
no quieren ver tu verdadero rostro.
Anhelo respirar, beber de un río puro,
Cómo podría recuperar
mi voz más interior, mi don,
la Luz entre mis manos
Y ni siquiera
te callas
Aurora Blanco
5:08 22-06-2022