Alberto Escobar

Esperanza

 

Llámame Hebe o Juventas —según
sea tu situación en el globo— y te 
diré mi secreto; la persistencia...

 

 

 

 

 

 

 

 

 


El Tiempo es una inexorable apisonadora
que no atiende razones.
No mira atrás para salpimentarse 
como Edith, que quedó estatua viendo la debacle.
El tiempo —lo paso a minúsculas porque me apetece, es más cómodo—
es una tábula rasa que arrasa sin remilgos, 
no repara en el calibre de lo que sucede,
sea bueno, malo, o regular, no le importa,
todo lo hace papilla que un bebé deglutiera
como si no hubiera un mañana. 
Ayer —en el camino a la compra— pensé en esto 
que cuento. Pensé perplejo que cuantas vivencias
viví pasaron en el acto, cual mazazo de un juez,
a ser pasto de vaca, si consentimos que el recuerdo
fuese un bóvido de este jaez.
¡Cuánto caí en la cuenta que ocurrió en el transcurrir
de otros instantes y que ahora ya es nada!
¡Cuánto sentí, cuánto reí, lloré, cuántos vellos
se erizaron en este concierto que es la vida y sus aledaños!
¿Y la Juventud, mitificada en lo grecorromano, qué
pinta en todo este sarao de palabras sin sentido?
Pues sí, la juventud, el comercio con los años,
el conocimiento que va llegando cuando menos
te hace falta —como Gabo dijera una vez—, la Esperanza
—la pongo en mayúsculas porque ayer conocí
una chica con ese nombre que ojalá la vida
me la traiga de nuevo— de seguir en una vorágine
que da vueltas sin ton ni son hasta acabar siempre
en el mismo sitio, en la lumbre que alumbró
una mañana para extinguirse lentamente. 
A veces me da que la Juventud es un dato,
es una sensación que si no la refrenda un número
no es acertada, es solo una ilusión, un malentendido. 
No basta que Hebe pueble tus entrañas, que recorra
rauda tus venas y te haga saltar de alegría, no importa,
porque si el dato no concuerda todo se va al garete.
¿Acaso, y a fin de cuentas, la edad no reside en tus células,
en la calidad de la chispa que las hace trabajar, en el temblor
que cual seísmo resquebraja cada uno de tus miedos
y los hace volar por los aires, como cuando no temíamos a nada?
Por mucho que el mundo progrese hay creencias 
que se pegan como lapas a la roca de lo de siempre. 
Espero que sienta las ganas de volver a ese lugar,
y que el azar quiera que esté, y nos fundamos en un crisol
de música ligera y después flamenco, como ayer.