ROGER LUNA

EMBRUJO HUARACINO...

Nací rodeado de los más bellos paisajes, Mi padre es el recio e imponente nevado Huascarán y mi madre, la sensual, fértil y bella tierra del Callejón de Huaylas. Él la fecundó con las aguas del río Santa. Mis hermanas son la papa, el maíz, las habas, mis hermanos son mi burrito, mi oveja, mi perro, y los gorriones. Mis amigos son el Quishuar, los alisos, los eucaliptos, las piedras y la tierra.

 

Crecí en medio de la poesía, porque eso es mi tierra... un bello poema. Su cielo azul, las blancas nubes, el sol esplendoroso, las tejas rojas y paredes de yeso y las miradas traviesas de las lindas huaracinas.

 

Las aguas del Santa discurren bordando bucles de encajes de ajuar, como si fuera una fiesta en la que las piedras de canto bajan embriagadas y bailando sin cesar, dejándose llevar por las aguas que inician su viaje hacia el océano, en una composición sonora cuyo eco resuena para siempre en el alma.

 

Su cielo es, algunas veces violento, sonoro, diluvial, intimidante y fecundo, otras veces prístino, despejado, celeste, diafano. El ruido del discurrir del agua por los arroyuelos se complementa con el trinar de las avecillas para agradecer a los Dioses por el milagro de la vida.

 

Sus campiñas y valles son una fiesta viva de flora y fauna en armonía donde sobre un lienzo de infinitas tonalidades de follaje verde, hay pinceladas de coloridas y aromáticas flores para deleite de abejas y colibríes.

 

Su gente es sencilla, temerosa de Dios y respetuosa de la naturaleza. Sus mujeres son sensuales, dulces y tiernas como las cañas de mayo o como las habas verdes. Los varones son briosos, emprendedores, orgullosos, parranderos y buenos amigos.

 

Su música es alegre, casquivana y festiva. Los huaynitos, las chuscadas y las rondallas son interpretadas por las inolvidables: Pastorita Huaracina, Jilguero del Huascarán, Gorrión Andino, Princesita de Yungay, al ritmo de Arpa, guitarra, violín y también de la humilde caja y pinkullo. El huayno que recuerdo lo bailaban con cadencia femenina y elegancia masculina en la que los pañuelos danzan para entrelazarse en una apoteósica fuga final.

 

El día que regrese, llegaré al café Landauri a tomarme un aromático y sabroso café pasado en cafetera antigua y azucarero de aluminio  con jamón deshilachado, panes y queso del lugar. Después de pasear por la Plaza de Armas me sentaré en la banca a piropear a las lindas y pretenciosas Huaracinas. Luego me haré lustrar los zapatos, caminaré por Raymondi y Centenario pasando por el Puente de Quilcay evocando al temido cura Antunez. Comeré mi sabroso chocho con cebolla china tomate y ají. No me quiero olvidar del kuway y del chanchito asado… un manjar tradicional.

 

Recorreré las riberas de mi querido río Santa, visitaré Carhuaz, Yungay y Caraz. Degustaré los famosos helados hechos con hielo traído a lomo del Huascarán, comeré puchero de jamón, picante de Cuy, shacui de habas, choclos, cancha, tamales, humitas y chicha de jora.

Visitaré el viejo cementerio que siempre me estremece el alma en Yungay y en la noche un mate de cedro con panecillos dulces de manjar blanco y miel en Caraz.

Al ver a los escolares de \"La Libertad\" o \"Luzuriaga\" recordare aquellos años candorosos de las travesuras de la infancia, de los cuentos y juegos nocturnos de adolescentes, de los primeros amores y desamores, de los caliches, de los carnavales, de las misas y las fiestas, de las ferias, de los desfiles y el paso inevitable de los años que como el río Santa que nace y discurre por mi tierra y después tiene que seguir su destino buscando nuevos horizontes pero llevando todos los recuerdos que se perennizan en el alma.

Volveré… algún día volveré… a buscar en el cielo el embrujo de aquella mirada mágica de una linda huaracinita que me conquistó con sus ojitos de capuli y si boquita de clavel.