Pedro Abarca

La Playa

Sentados a la orilla del inmenso mar,
el ocaso nos dispusimos a admirar,
y al verte  en tus ojos pude contemplar,
la inocencia que estaba a punto de pecar.

 

Mientras la fría oscuridad se acercaba
y las temerarias olas se alejaban
nuestros frágiles cuerpos se buscaron
y bajo la luz de la luna se encontraron.

 

La noche fue testigo de una majestuosa escena,
la pasión se desbordó sobre la cálida arena,
tu alma se apegó a la mía como si tuviese una cadena,
y tus cánticos resonaron tan hermosos como los de una sirena.

 

Mientras mis labios recorrían su sensualidad,
sus delicadas manos desnudaron mi intimidad,
esa sensación me estremeció en su totalidad,
como si recibiera una descarga de electricidad.

 

En ese momento sucedió algo sin igual,
mi cuerpo se acercó al éxtasis final,
me sentía en el cielo como algo espiritual,
cansados pero con ánimos de continuar,
la lujuria de ambos no se hizo esperar,
nuestros deseos quisimos liberar,
como si ese momento nunca se fuese a acabar.

 

Una playa fue escenario de nuestro querer,
donde un fuego ardiente recorrió nuestro ser,
un deseo del cual no nos pudimos contener,
solo éramos dos enamorados sin nada que perder,
que siguieron sus inevitables instintos de placer.