oscar perdomo marin

El dificil oficio de vivir

EL DIFÍCIL OFICIO DE VIVIR
 
Yo siento que no te va a gustar
lo que ahora te digo,
pero, escucha:
¡Entre derechas e izquierdas,
las marionetas bailan!
 
Hay un esqueleto forrado de piel negra,
muriendo cada hora en Somalia.
 
Me avergüenzo de la dieta,
de los regímenes adelgazantes.
 
El hambre araña las áridas estepas y el sol quema.
¡Nadie se broncea en las playas del hambre!
 
Vivo de este lado de la cerca
donde puedo comer tres veces diarias
y obedecer la propaganda
que me vende nuevas cosas de las mismas cosas.
 
Gozo del privilegio de mi bienestar y puedo teorizar
sobre la luna llena y los pechos rozagantes
y esbeltos de una mujer en flor.
 
Degusto el vino.
Devoro el placer de vivir cada minuto
y coloco en la pared de la sala de mi casa,
la imagen harapienta de la pobreza
o cualquier cosa monstruosa y fea a mis ojos,
que no soporto en la realidad.
 
Asi, amo una obra maestra y la tolero,
aunque retrate en imágenes,
las pústulas de algo hediondo,
sórdido y miserable, a todo color.
 
Lo que no tocamos en la calle,
nos gusta verlo en los cuadros
que deslumbran en los museos.
 
No quiero imaginarme
a un apóstol de los tiempos bíblicos,
tocando la puerta de mi casa.
 
Creo que el pobre santo
no llegaría a las puertas de la opulenta ciudad
o de nuestra zona de confort sin ser apedreado.
 
¿Qué nos queda? Disfrutar sin remordimientos
para no sentir la amargura de un manjar de faisanes
o la deliciosa simpleza de un par de huevos fritos con arroz,
sin pensar en el rostro africano
de un niño que no debió nacer.
 
Las siete plagas de Egipto se repiten todos los días
en la tierra abandonada por la esperanza.
Bajo un sol demoledor que se tragó el agua
y quemó el verde al sur del desierto del Sahara,
abandonado por los dioses,
camina la miseria que mata y se mata así misma
para reproducirse como el microbio
que muta y sobrevive.
 
No siento vergüenza ¿De qué sirve eso?
Nací en la pobreza que es opulencia
donde la nada todavía es algo.
 
En algún país hay un tirano
doblegando dignidades con un plato de frijoles.
 
Hay una democracia con hambre
que reparte pan cada cuatro años.
y, mientras, el rebaño aplaude con sus balidos.
 
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