Mael Lorens

Esas dos costillas de Adán

Hoy salí a buscarme y no me hallé, es un enigma que yo mismo ignoro, es un misterio que yo no sepa ni dónde estoy ni a dónde voy ni dónde me encuentro.

Lo único que sé es que estoy por ahí, tratando de esconderme de ti mujer porque te tengo mucho miedo. 

Me gustaría amar con locura 
a una mujer con toda mi ternura, pero tengo mucho miedo, pues me parece que todas son unas brujas o están locas de atar, ya que tienen la magia y el poder de manipularte sin ninguna conciencia, y sé quedan tan tranquilas aunque tú hayas perdido toda la cordura.

Pues con sus armas de 
mujer y esa mirada que te penetra hasta los huesos, te hacen sentir un juguete en sus manos haciendo de ti un monigote atrapado.

Luego claro está, cada una tiene su propia belleza, que con sus bocas, sus lenguas y su saliva tienen el veneno que emplean esas pecadoras, y cuando te das cuenta, te han vuelto loco y con sus hilos invisibles anulan tú voluntad y te manejan con la fuerza de mil tormentas, pues son de naturaleza seductoras, y tienen ese cuerpo de piel fina como la seda de plata, que te hacen estremecer cuando sé entregan, en una ceremonia donde te ofrecen como regalo para Dioses sus almas desnudas, en una ofrenda divina. 

Y entonces llega ese momento donde te pierdes en las nubes del Cielo y te sientes un ángel sin 
alas que vuela y puedes tocar las estrellas, y cuando ese efecto milagroso acaba, eres un esclavo encadenado en galeras remando al compás del tambor que marcan ellas.

Y a ti solo te queda decir  Si a todo lo que te sugieren, porque te han anulado la voluntad y cualquier idea, aunque te hacen creer que eres tú el que manda y ordena.

Por eso me fui huyendo del Mundo en una noche oscura sin que nadie me viera y me escondí en una profunda cueva que si tengo que decir la verdad, ni sé dónde sé encuentra. 

Hablemos claro, te lo digo muy en serio, deseo con todas mis fuerzas tener una Diosa a mi lado, pero tengo mucho miedo de caer otra vez en esos embrujos que emplean y ser una vez más un muñeco de Trapo en manos de esas dos costillas de Adán, el que nació de la manos de Dios y del mismísimo barro según cuentan. 

Manuel Lorente
Seudónimo 
Mael Lorens 
Reservado el derecho de autor Mayo 2022