Gustavo Affranchino

Campanadas

–Ding dong–
implacable la campana
regalaba al aire
sus latidos.


Cuando Febo se alejaba,
se escondía,
albados susurros
soplaban el badajo
que, allí cordado,
poco a poco,
pendular y resonante,
su vaivén firuleteaba.


Hasta que…
golpeaba.
Canto gigante manaba
borboteado del metal.


Sacudía nubes,
al otoño arbolaba desnudo,
tímpanos y flores,
sueños y tambores.


Sin estilete
ni siquiera espada,
plumaje esquivo que volaba
como divas…


Son las horas
de los días
las vitrinas
corroídas.


No es misterio
lo que huele
con nostalgia,
tu mirada.


Frescos pétalos
reñían
por tu don
melancolía.


¡Volvé a sonar!
¡Volvé a cantar!


Quiero aquel ding dong
que mi barrio
campanaba.


Quiero aquel aroma
¿de parroquia?
¿de colegio?
de magnolias.


Feliz chiflido
del abuelo,
llamando a Puchi.


Feliz sendero,
de recuerdos
permanentes
que allá en San Telmo
forjaron esta mente.