El amor cabe:
en la palma de la mano, entre los dedos;
en la llamarada de las almas
bajo la piel, entre los huesos.
Es un lenguaje de locos y de ciegos,
de pájaros volando alto y cayendo al suelo,
algunos vivos y otros muertos.
Nace en silencio,
en el pozo de la soledad que llevamos dentro,
y estalla como una bomba de pétalos en un mar de fuego.
Está en todas partes:
en el cine, en los parques, en los tranvías,
en todas las mujeres y hombres que lo necesitan.
No es de nadie, como el aire se respira
y se siente como una dulce herida que nunca cicatriza.
Es la lámpara del mundo de llama infinita
y brota como una flor dorada de la raíz de la vida.
—Felicio Flores.