Raúl Voltavayeros

EFRAÍN CAÍN

EFRAÍN CAÍN

 

 

Quedé en penumbras.

Quedé en penumbras cuando el sol

estaba en lo alto y los pájaros

iban en bandadas al sur

hinchados de trinos y grandeza.

Mi boca no fue boca en las vendimias

durante los años que duró la bonanza

y abundó el vino en las mesas. 

Caí de rodillas ya instituido el perdón;

tal vez quemaron mi cuerpo

o lo dieron a la ciencia;

tal vez permanecí moribundo

sobre los campos de batalla

y nadie me ultimó ni por compasión.

Debí alargar mis piernas

porque nunca tuve suficiente estatura

ni cuando otro, más pequeño,

me hablaba de cosas que habría rebatido

con un simple silencio.

 

Soy Efraín Caín.

Este nombre lo tengo

bajo amenaza de muerte y excomunión.

Soy Efraín: partitura que dejaron

a medio terminar

por no haber quien se atreviera a entonar

un himno homicida como el mío,

un himno de muerte y redención.

 

Soy Efraín Caín…

No tuve opción y repetí ese nombre

hasta envenenarme.

 

Soy Efraín, llama de aire congelado,

proscrito entre los proscritos,

fiera entre las fieras,

placebo del diablo con cachos

y cola

y un gran diente de oro

que uso para enamorar.