Alberto Escobar

Soy poesía.

 

La poesía es un árbol sin hojas que da sombra, 
es palabra calcinada en la que aún crepitan cenizas
 de lo que no se pudo nombrar. 
Después de tantos millones de palabras, 
la palabra sigue siendo tiempo que nace 
y desnace para nacer otra vez.  

—Juan Gelman—.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Soy palabra 
tanto como Poesía, 
soy alegría contenida,
arrepentida, distante,
soy ufanía desprendida
de las fauces castañas
de una quimera,
soy entrega y lascivia, 
soy serendipia que nace
del acaso de una sílaba,
soy primicia y fruto,
soy luto de la oración
que muere, soy jueves,
soy martes y miércoles.
Soy poema, soy emblema
que se cierne sobre espada, 
soy guadaña que saja
la endeblez de una rama,
soy rana, sapo y gana que mana
de la fuente de un estanque,
soy arranque, motor que brama,
que trona las calles y las revuelve. 
Soy morfema, desinencia, lexema,
soy un ascua que quema
la entraña, soy breña y braña,
merienda y rocío, soy gentío
que clama la justicia de una palabra. 
Soy nación y lengua, soy tradición,
soy condición, requisito y anatema,
soy el que precipita y quema
los rescoldos de lo indecoroso,
soy quejoso de mal uso
que de la palabra se hace,
soy ave fénix, soy Lope y Garcilaso. 
Eres árbol sin hojas, yo también,
soy la miel de las abejas, tú también,
soy lebrel que husmea tras pieza,
soy fortaleza y desdén, soy tren
que al aire humea por cima la vía,
soy osadía, triunvirato y terraplén.
Soy Cicerón en el fragor del senado,
soy osado, soy luz y crisol, soy honrado,
soy el palafrén de un brioso caballo,
soy gerifalte, soy ganado, soy almirante. 
Soy todo y nada al mismo tiempo,
soy aquello que nunca se dijo, que queda
por decir porque por profundo
no surgió del manantial de las musas.
Soy talante, soy talento, soy fruta
de un amor que no nace, soy Poesía, 
no lo olviden ni por asomo.
Soy palomo, torcaz y Beltenebros,
soy febrero, mediando acuarios, 
soy estrafalario, soy enérgico en el canon.
Todo lo soy, y lo que no digo también,
soy todo lo que puedan imaginar y más, 
soy lo que no hay en los escritos
y soy ese, esa oscura clavellina
que va de esquina en esquina
volviendo atrás la cabeza. 
Soy ese, soy esa —como la copla dice.