santos castro checa

VENTRILOQUÍA

VENTRILOQUÍA
 
Toquidos en la puerta, el murmullo de la fragilidad,
la grave voz que llama, es Frank “el sonrisas”, el fatal amigo,
el poco común, habla a través de la pared.
Pende el reloj de arena en la soledad, con dolor.
Luce descolorido mi traje multicolor. Y mi corbata de cartón
se sostiene, apenas, en mi garganta de aserrín.
Está por empezar la función nocturna y entre nos,
¡cuánto secreto en mi secreto!
¿Tiene sentido el frío ojo en la pared?
Las cuerdas, hilos leves en el recelo, semejan
misteriosas cuerdas en la penumbra, ¡son un cadalso para mí!
Me odio a mí mismo por mi sensibilidad
y observo una oración para Luzbel, se olvidó por allí.
Alguien escribió, a este fatal designio, un ruego para mí. Y creo
es la locura, una porción de compasiva venia postrera,
mi decadente humanidad espera, espera...
Y sonrío cuando pernocto y me persigno,
con la fría voz a mis espaldas me anima y me resigna.
Atisbamos el negocio cerrado de Alita Dorada,
una Pepperoni era urgente necesidad al paladar.
La Villa Hermosa, cual fantasma sin el deambular de la gente,
sin el bullicio de las motokart, se ha callado ya.
Un Angora Turco se cruza bajo la escalera deslizante,
no es cábala para mí.
Los Pit Bulls de “la nena” Isabel aúllan espantados
por la sombra insinuante del Sonrisas y de mi humanidad.
Los hombros de mi amigo me sostienen, él conoce del dolor
y sospecho; así, ¿sería él quien transcribió la oración para Luzbel?
Retornamos. Una extraña voz sobre mi esqueleto suena afónica,
destartalada, como perdiendo el juicio, es muy grave
y hasta ríe en la premonición de la sentencia
hacía el señor de la oscuridad.
La ventriloquía no es mi afición, no me gustan sus fonemas,
es molesta, me duele la espalda, los brazos también,
se me rompe el cuello y el alma aún más.
La terca risa de la gente, que no sabe del secreto,
no me hace feliz, a pesar de no ser el mejor actor,
lóbrego actor, infame actor, trato de sonreír
en retribución a la gentileza, con un gesto imparcial. No lo consigo.
Ya amanece y las cuerdas de Nylon
me adormece la estructura ósea,
me destroza la cerviz, el habla, el alma. La vida se me va.
El ventrílocuo murió en la madrugada, era mi amigo, ¡pobre Sonrisas!
Me dejó colgado en la pared, se robó mi voz,
mi alma, mi irrisoria actitud al caminar.
Al menos ya no sufriré,
seguiré siendo el actor callado,
el que nunca tuvo alma, tampoco voz, menos caminar…
 
Santos Castro Checa

#AhmedKrentel