David Pech

Dos enamorados

En perfecta comunión me entrego
amar hasta el más profundo acto
de romper los pliegues de ese lóbrego
monumento, que en mi corazón hizo pacto.

Dormir bajo el misterio de su cabellera
en la sombra de un infinito perfecto
posada sobre el piélago de la ribera
que conecta la luna al firmamento. 

Entre mis anhelos de flores prodigiosas
conjugados en argos de finos garzules
van despertando de los altos cielos 
el brillo celestial de sus ojos azules.

Fue cuando corriendo hacia mí, de repente
contemplando con vehemencia sus encantos 
pude abrazarla y tenerla frente a frente
y disfrutar el sabor de sus labios.

Sonriente y curiosa me tocó la mejilla
y encontré en su risa cierto nerviosismo 
le pregunté: ¿qué sucede amada mía?
Me respondió: disfruto el momento contigo.