Gelzaros

EL EMBESTIDO

 

 

 

Juegan conmigo

me acosan, me provocan.

 

¿Cómo hasta aquí habré venido?

¡Tan grande y tan poca cosa!

 

Quiero deshacer mi camino

pero me tapan la cara

y me tapan la boca,

tapan mi quejido

y me hieren bailando sin sentido

con zapatos de bailarina

y medias de pálidos colores,

con brillos y destellos

que me desorientan e hipnotizan

mientras danzan como poseídos.

 

Solo resoplo el aire caliente

en mis cabezadas imprecisas.

El marrón y el rojo fluyen por mi lomo,

los cosquilleos me acalambran,

y los temblores,

y las destemplanzas.

 

¿Cómo habré llegado a este lugar?

¿Que habré hecho para tanta chanza?

 

Tan grande y tan idiota,

me han traído en una caja.

 

Busco la puerta por donde he salido,

quiero volverme a mi casa,

al campo suculento y a mi madre: la vaca.

 

Bailarines que siguen bailando,

lanzas que se me clavan,

y arpones de flores cursis y antipáticas.

No estoy para tantos colores

pues ya mi luz a veces se me apaga.

 

Huelo mis excrementos

¿o serán los suyos? Ambos, seguro,

de distintas texturas y distintos miedos

unos de ansias y de locuras

y el otro de puro desconcierto,

de no saber lo que me hago,

tan rodeado aquí dentro, del griterío

y de la pausa del espectral silencio.

 

Los trapos me envuelven la vista

y corro y me desconcentro

desesperado en mis embestidas

para escaparme de este esperpento.

 

Mis patas se trastabillan

y se escurren por el albero.

Ya me vienen los mareos

que me ciegan por dentro.

 

¿Porqué esto me están haciendo?

¿Qué habré hecho para todo esto?

 

¿Ser fuerte y embrutecido

o ser noble y modesto?

 

Por un gramo más de inteligencia

han caído en la extravagancia

de perseguir no sé que gloria

adornada de mi matanza.

 

Solo muestran ordinariez

y palurda ignorancia.

Aman su muerte y la mía

y les estremece el placer de la cornada

sentida hasta lo más profundo,

muy dentro de sus sucias almas.

 

Alma que yo no tengo,

ni espíritu,

pero presiento que algo se me escapa.