Gelzaros

JODA AL HOMBRE

 

 

 

 

Los niños reptan por el desfiladero de la muerte que les lleva hasta la gruta del macho cabrío y hacia las explosiones del magma interior de la tierra.

Las algas se secan al sol, dentro de su charco, donde el agua ya dejó de existir.

La rana se disecó y está arrugada y aplastada.

Una serpiente mudó su piel y allí la dejó, sin veneno ni cascabel.

Vuelan pajarracos en círculos sin encontrar nada que devorar. Sus vueltas se van estrechando en espiral, se cierran cada vez más, y de pico se comienzan a estrellar.

La luna pincha al sol con su jambia menguante y le hace sangrar sus gruesas gotas de mostaza hirviendo.

El día fornica con la noche y, en la penumbra, bajo el ombligo la pellizca y ambos se entrelazan y se funden.

Escorpiones que en círculo se suicidan, se lancean ellos mismos en sus propias coronillas

Polvo de tierra que el viento eleva en remolinos. No podemos mirar ni hacia fuera ni hacia dentro y nos quedamos encerrados en nuestro torbellino de tiempo indefinido.

Las nubes explotan y nos rocían con blanquecinos ungüentos que, a sesenta grados, secos y pegoteados, nos dejan nuestros pelos acartonados.

Excrementos de hormigas salen de nuestros dientes, ensalivados y degustados, para perderse por los largos caminos de los intestinos, ávidos de alimentos inexistentes.

Nos sacamos los ojos con los dedos y se los metemos a un chacal por el ano. Corre, aúlla y salta hasta que los consigue expulsar y nosotros nos los volvemos a colocar, ahora emborronados y confundimos el izquierdo con el derecho.

Y nos ponemos a cantar al cambio climático, con sus mares embravecidos y sus desiertos sobre poblados de cadáveres esparcidos y abandonados a su descomposición putrefacta.

Nada dura ni nada es eterno en este perpetuo movimiento hacia la nada en el que viaja nuestro universo.

Nuestra estrella está condenada a la extinción, pero, antes de que eso llegue, ya hemos acelerado nuestra desaparición y todos juntos nos desintegramos danzando en los purgatorios terrenales, borrachos de desolación.

 

Y todo por la avaricia…