Aida c. Gispert

Mala noche

La luna de anoche ya se ha ido,
un despejado cielo tiñe de azul la atmosfera.
Luces insensibles que se clavan en mis aún dormidas pupilas.
Claridad que se hinca y resiente mi cabeza,
dónde aún quedan las tormentas de anoche.
Un mal sabor reviste mi boca.
En esta cama deshecha queda ropa por ordenar,
En esta vida deshecha quedan recuerdos por ordenar.
Miro al suelo y veo que lo que solía ser alfombra,
ahora es un bosque de pelusas y los trozos que quedan de espejo.
Las cervicales se tensan, y la piel de mis nudillos se remueve irritada
como si entre la sangre seca quedasen los residuos de una mala noche.
Mi mesa parece un lienzo pintado con ceniza.
Veo una rosa en un vaso, ya se le han caído un par de pétalos.
Jamás pensé ver un armonioso pétalo cubierto de fragmentos de ceniza
tornando su rojo pasión, su aroma que te asoma a los cielos,
en una simple seda, arenosa y pestilente.
Mis párpados tabican mi visión en busca de respuestas.
Los aplasto y vuelvo a sobrevolar mi vista por la habitación.
Al lado del vaso también quedan dos botellas de cerveza vacías
y cerca del borde, queda un cigarrillo completamente consumido
que ha ido dejando caer cada partícula de su ceniza sobre la mesa.

Mi cuerpo se cobija bajo los brazos de la resaca y la pizza fría.
Y obligo al día a tomar ejemplo del cigarrillo de ayer.
Dejarse consumir.