Leidi

Vida en mariposa

 

Muchos dicen que corta y delicada es mi vida, algo insignificante cual simple hoja de otoño que va y viene sin sentido alguno. Para mí es como un vuelo eterno que disfruto en el instante cuando el viento me envuelve entre los bordados de diversos colores que elegantemente adornan la tierra. Es entonces cuando pienso en todas las maravillas del mundo, en aquellas formas, colores y aromas que me provocan sensaciones, también vibro con cada peculiar estación que visita puntualmente mis tierras.


Yo nací en una obra perfecta en las manos de un artista que es arquitecto, pintor y concertista. Recuerdo mi llegada a este mundo pues a partir de aquel soplo he aprendido a vivir en cada agraciado y eterno ciclo. ¿Poco o mucho tiempo ya pasó? A un no lo sé, solo comprendo que todo es paz y tranquilidad en este pequeño y cálido universo en donde yo soy el único habitante que depende inmensamente de él, por eso lo llamo mi gigante, mi protector y mi todo.


En algunos momentos me imagino en los brazos de un gigante que me defiende ante los ventarrones de un dragón que golpea mi universo con tanta brutalidad que si no fuera por él seguramente me arrancarían el alma. A pesar de todo confiando estoy en este puerto seguro, pues desde aquí puedo percibir como las hojas de los árboles van cayendo una por una al ritmo de la estación, me da la impresión que un  velo color café me envuelve con tanto cuidado a manera de gestación. ¡Mi gestación! que trae consigo el amor, la fe y la esperanza.


El sabio tiempo ha pasado por aquí, hoy presiento que algo se avecina contra mi puerto, un miedo ante lo desconocido brota de mis entrañas  y una sensación ardiente que se expande sobre mi débil cuerpo que amenaza con romperse pues tal es el dolor que traspasa cada célula, cada membrana, ¡por Dios! que siento desvanecer… hasta que por fin, entiendo que el día predestinado ha llegado, ágilmente un rayo de luz entra por mi ventana, el sol se posa sobre mí y una cálida brisa me da la bienvenida con un beso.


Es entonces cuando puedo conocerme tal como soy, ciertamente todo ha cambiado aun mi cuerpo a cambiado, soy una obra perfecta con colores detallados cual pincel sobre el lienzo de un artista. Mis sentidos despiertan y puedo percibir el olor a tierra nueva que me recuerda quien soy, los árboles me brindan fielmente su sombra y el aroma de las flores del campo me invitan a dar un largo paseo. La miel destila por doquier, ese sabor dulce muy dulce que se aferra a mí como si tuviera miedo que lo abandonara, aún así el dulce néctar me satisface tanto que casi olvido el rumbo marcado. Cual vara de narciso mi vida apunta siempre hacia el cielo plagado de sueños e ilusiones pues todo forma parte de lo nuevo y lo desconocido.


Después de un prolongado trayecto el sol tan imponente, ilumina todo sendero pues desde temprano ya está presente. Me dirijo de un lado a otro en búsqueda de aquella sombra que traiga calma y me brinde protección ya que el sol parece ser el rey en todo momento. Un cielo azul que por primera vez quisiera no fuera tan azul, me bastaría con una nube de algodón para proveerme sombra. Cuanto anhelo una brisa fresca tal como cuando estaba en aquel puerto seguro, cuidada y protegida como la niña del ojo del gigante que todo lo ve. ¿Dónde quedo la paz? Con angustia en mi corazón busco y no lo encuentro.


Hoy todo ha cambiado, me siento un poco débil y aturdida, entonces decido reposar sobre un estanque donde puedo reflejarme, ciertamente la imagen a cambiado un poco ya que los colores no son tan frescos. Una gran necesidad se aviva en mí y me lleva a beber un sorbo de agua que trae consigo un viento apacible que renueva mi espíritu y me recuerda que aun sigo siendo una obra perfecta. Nuevamente retomo el ánimo pues aun no he llegado al destino marcado y mi alma lo sabe bien, largo camino me aguarda. En mi andar adorno con diversos colores cada soplo de vida entre los arboles de aquellos senderos, parques y caminos.


Finalmente la noche llegó y el frió intenso me acalambra hasta el alma. Puedo oler el aire frió que corre entre las calles buscando como entrar en cada casa pues pareciera querer acompañarme en toda la velada. Sin darme cuenta y entretenida en el ciclo eterno, hoy ya se cumple el ciclo perfecto donde la búsqueda del néctar de la vida ha llegado a su fin. Aquí estoy, nuevamente he regresado al puerto de salida y llegada. Reconozco aquella solemne voz llamándome por mi nombre, puedo sentir las cálidas manos del artista cubriendo mi cuerpo, todo es paz y tranquilidad. Esta calidez tan reconfortante que envuelve a mí ser, pues segura está mi vida en este final perfecto.

 

 

Leidi Elizabeth Tho Chan