Quisiera alcanzar
la perseverancia de las olas,
que hace siglos insisten
en estrellarse
contra la arena,
contra las rocas,
contra los acantilados.
Pero no tengo,
detrás mío,
el poderío de un océano empujando.
Quisiera alcanzar
la paciencia de la arena,
las rocas,
los acantilados,
que hace siglos soportan
el embate de las olas,
sin percatarse
del paulatino desgaste
de sus contornos arrogantes.
Pero no tengo,
detrás mío,
el poderío de las cordilleras aguantando.
Quisiera alcanzar
la poesía de tus ojos,
que desde siempre observan
mi orgullo,
mi torpeza,
mi apatía,
y me siguen mirando
con el mismo sosiego,
que, como las olas,
corroe implacable
los contornos de mi intransigencia.
Pero no tengo,
dentro mío,
la suficiente entereza.