Vengo de un valle azucarado, con tapices de girasoles, uvas y chontaduro, de gente cordial, con la sangre llena de salsa, ritmo y sabor.
Llegue a un mundo lleno de montañas con olor a naranja, guayabas, higos y café, donde nunca me sentí extraño, sino un montañero más.
Mis años más preciados los viví en la sabana de los montes de Maria, entre algodones, tabaco, rodeado de juglares y mucha humildad.
Mi vida siempre fue bendecida, llena del amor de mi familia, amigos y en un mundo donde en lo mucho y lo poco se comparte con amor.
Pero en ella también tuve tropiezos, salidas en falso, desilusiones, traiciones y muchas circunstancias que me llevaban a dudar en seguir.
Aunque lo he tenido todo, siempre me veía incompleto, pues me faltaba poder dejar una huella, un escrito o algo para la eternidad.
Pero llegaste tú, la que le dio un mejor sentido a mi vida, me dio el amor desinteresado, entregado con lujuria, pasión y sin arrepentimientos.
Mi vida se llenó de alegrías y más amor cuando me diste a nuestro hijo, quien llegaría a solidificar y hacer de un hombre común, el ser más feliz.
No sé si es tarde, no sé si no hay un futuro, pero nunca he dejado de amarte, eres y serás lo mejor que me ha pasado y nunca te olvidaré.
Te extraño en los días de hermosos amaneceres, en las tardes lluviosas, en las noches frías donde más necesito de tu compañía y amor.
He sido fuerte, duro e inconsciente, pero por ti me he vuelto más consciente y me has llevado a explotar de nuevo mis más profundos sentimientos.
Sentimientos que te he expresado en miles de letras, en mi constancia y lo has evidenciado en esos cortos momentos qué me has dado a tu lado.
Lo que fui lo agradezco a todos los que me brindaron la mano o me la negaron, Lo que soy, es por ti, mi mujer amada y por nuestro hijo añorado.
G3