Freddy Kalvo

Historieta

Cuando el alma se libera,

echa las maldades fuera.

 

El águila carroñera

miraba fija un conejo

y aquel sol con su reflejo

le producía ceguera.

Pero, seguía a la espera,

de aquel preciso momento

con alas puestas al viento

para atacar a su presa

con una sutil sorpresa

sin el menor aspaviento.

 

Siga leyendo este cuento

y póngale sentimiento.

 

Y aquel conejo brincaba,

en medio de la maleza;

a veces, con su cabeza,

señal daba que miraba.

Pero el águila ya estaba

segura para cazarlo

más no quería espantarlo

sabiendo, que si lo hacía,

su comida perdería

al no poder atraparlo.

 

Y no pretendo asustarlo,

solo quiero prepararlo.

 

Pero el conejo corría

directo a su madriguera;

y el águila, carroñera,

fijamente lo veía.

La garra se le salía

mostrando sus ansiedades

con todas sus facultades

obtenidas por instinto

porque no será distinto

cuando ataque sin piedades.

 

Y estas no son falsedades,

ya saldrán también verdades.

 

Pero era tal la odisea

corriendo hacia su guarida

que una serpiente atrevida

larga, gruesa, tosca y fea,

que el veneno no bambea,

también quería atraparlo

deseosa de tragarlo.

Pero el salto del conejo,

en el hábitat complejo

pudo al fin también salvarlo.

 

Y cuento el cuento al contarlo;

ojalá, pueda lograrlo.

 

Y aquel águila silente

volaba sobre el verdejo

viendo siempre aquel conejo

y también a la serpiente.

Pero una hiena, de repente,

tapaba la madriguera.

También estaba a la espera,

de atrapar al conejillo

con mortífero colmillo

que es el arma de una fiera.

 

La enseñanza es muy certera:

¿Quién leer final quisiera?

 

Y aquel conejo indefenso

finalmente fue cazado

por la fiera destrozado

sufriendo dolor intenso.

Y ahora, sereno, pienso:

¿Acaso el pobre no enfrenta

lo que en versos se comenta

y sufriendo abandonados,

van viviendo desdichados

muriendo en guerra sangrienta?

 

¿Quién quiere muerte violenta?

¡Muere el pobre en guerra cruenta!