D. Méndez

Estoy al borde de la locura

Eres detonación y vértigo,

cortas el aire que respiro,

y me incendias la mente

cuando tus labios —ajenos, ausentes—

rozan los míos en sueños rotos.

Tu ausencia es un frío que arde.

 

No hay marcha atrás.

Te tengo incrustado en cada pensamiento,

como astilla que sangra lento.

 

Me empujas al abismo dulce de tu locura (y aún así, quiero más…).

Desnuda tu alma —arma de filo suave—,

acaríciame con ese veneno

que me hace temblar.

 

Serpiente que se enrosca en mi deseo,

dictas tus reglas con caricias mentirosas

y yo, ciega, justifico las sombras.

Pero aún así,

bebo de ti,

me hundo en cada gesto que me ofrece un falso paraíso,

porque aunque duelas,

sabes encender lo que nadie ha tocado.