Sylvia Fabiola

Escondida entre las flores

Tanto la añoraba

que día y noche

tocaba en su harpa

las canciones de su amada.

 

Una tarde de verano,

al amanecer,

se encaminó al parque

de un castillo abandonado

e hizo sonar las cuerdas de su harpa,

sólo para ella

que a lo lejos aguardaba.

 

Al ritmo de sus dulces melodías

los elfos y gnomos empezaron a bailar,

algunos encantadores, otros torpes y risueños,

giraban todos en una gran danza.

Incluso las tempraneras flores

balanceaban sus corolas al compás.

Extasiadas por la hermosa melodía,

recibían al sol naciente

encendiendo sus pétalos multicolores.

 

De pronto, los alegres bailarines

se detuvieron

y miraron todos, maravillados,

hacia la flor del alcatraz:

pues a través de sus elegantes cálices

habían comenzado a brillar,

solemnes,

los finos rasgos de la bella amada.