Él llegó por fin anoche a visitarme
después de una larga travesía
cuando ya de ansias yo moría
impaciente también por conocerle...
Llegó sin anunciarse y me encontró
así como yo ando por mi casa,
escoba en mano y mi fiel plumero,
en la cabeza recién puestos los ruleros,
como la Florinda del Chavo,
remera vieja hecha hilachas
y rotas pantuflas por calzado.
Si tan solo me hubiese avisado,
me habría puesto rimel en los ojos,
me hubiese sacado los anteojos,
los labios me habría pintado
y mi cuerpo estaría más delgado
porque hubiera empezado la dieta ..
También hubiera usado la treta
de soltarme el pelo para seducirle...
Cuando lo ví no supe que decirle
él también permaneció callado,
inerte, inmóvil, como petrificado...
No dijo estar enamorado
ni dijo que yo fuera su princesa,
no dijo \"te amo\" ni cosas como esa..
Y así estuvimos un buen rato...
Al ver que seguía ahí parado
por fin lo dejé entrar en mi aposento...
No saben cuál fue mi sorpresa,
y digo la verdad en lo que cuento,
que Dios me castigue si les miento...
La foto que me enviara era vieja
Sin duda me había engañado!
Ni pelo largo, ni arete en las orejas,
en su lugar una calvicie incipiente,
sonrisa con poquitos dientes...
Y si eso aún no es suficiente
algunos kilitos ganados...
la figura esbelta y elegante
sin duda eran cosas del pasado...
Fué ahí en ese mismo instante
qué los dos nos miramos sin hablarnos.
Fué un momento mágico sin duda...
él se prendó de mi hermosura
y yo de su mirar profundo...
Y olvidàndome de las formalidades,
de los prejuicios y el resto del mundo,
de inmediato abandoné la escoba,
me arranqué rápidamente los ruleros,
lo miré insinuandole un te quiero...
Y lo llevé con prisa hasta mi alcoba...
Moraleja: el amor, si es preciso, se hace el ciego.