Versatus

Bahía de la sequedad

He aquí tu herencia, Almirante:

vastos ejércitos de oligofrénicos y desalmados,

verdes como la carne que transita por tu nombre,

que aveces les da temor pronunciar,

sucios y perdidos, tanto,

que llevan su cruz real de pintura roja,

látex u óleo,

pintada en el alma; 

ésta es tu herencia:

este vasto camposanto tendido hasta los mismos márgenes del río,

todos los que aguardamos bajo el mármol desvanecido,

putas, enfermos y corroídos del cerebro,

esta lacerada procesión de penitentes,

como si todo esto fuera en pleno XIV,

estos bailes de Saint Guy,

los santos que les cuelgan a las putas de las ubres,

y nada más porque se hicieron todas al amor;

la mar estaba perdida,

no había ya regreso,

esta planicie así tan blanca no puede ser bahía,

es cemento puro,

gris,

arenales que se meten en la ciudad

y empolvan las mesas, la vajilla, los muebles,

ceniza empozada en cada estante,

libro,

rincón,

ceniza que nos enceniza las sábanas,

el mismo amor,

y se te pega al cuerpo;

por eso hicimos lo que hicimos, Almirante,

y prodigamos su llegada como un fruto,

la violencia necesaria;

no se podía seguir avanzando por tu sueño,

porque las blondas de encaje negro de la pesadilla

cubrían tu mundo imaginado

con el miedo.

- Miedo a qué?