Jercent

La flor de sueños

Un hombre joven caminaba por un sendero del bosque y vio un flor blanca que se asomaba entre los arbustos, le causo mucha curiosidad y se detuvo a verla detenidamente era realmente bella, la observó por mucho rato y trato de acariciarla sin llegar a tocarla evitando dañarla, no veía su tallo y no supo de sus raíces.
Siguió su camino pensando en cómo llevarse esa flor a su casa pero sin causarle daño, quería tenerla viva alegrando su hogar, se la imaginaba en la ventana de su cocina que veía al patio y pensó, que como estaba bajo el follaje de los arboles del bosque la intensidad del sol de la tarde podría dañarla.
Así se fue pensando en el lugar donde podría tenerla para él y como llevarla a su hogar, al otro día pasó nuevamente y esta vez quiso saber más de esa extraña flor, busco el tallo entre las ramas pero unas espinas agudas impidieron su tarea, así que siguió viéndola y soñando llevarla de alguna forma a su casa.

La tarde siguiente de regreso por el sendero no vio más la flor, busco por todos los lados, sintió que se había perdido de camino, se devolvió nuevamente, sin saber a quién preguntar por la linda flor, pensando que dirían de aquellas preguntas sin sentido.
Porque no la arranco cuando pudo se imaginaba y así se fue a su casa arrepentido pero con la imagen de su flor en la mente, esta imagen se mantuvo por varios días hasta que se fue perdiendo en el olvido, solo el sentimiento quedaba cuando recordaba su extraña y bella flor, con los días empezó a pensar que tal vez fue un sueño y esa flor nunca existió y así siguió su vida.
Llenó su patio con toda clase de flores y con el tiempo esa afición se convirtió en  un próspero vivero, donde se observaban todo tipo de flores, pero nunca había logrado volver a ver la blanca flor, había recorrido todo el país en su afición.
En uno de sus viajes buscando flores exóticas alguien le conto de la blanca y extraña flor que solo nace en algunos bosques y florece apenas unos días cada década. Pensó que tal vez su flor siempre estuvo ahí y volvió al sendero del bosque a diario buscando señales de la flor. Así pasaron los años y nuevamente su búsqueda se volvió un sueño imaginando volver a ver la flor, ya no la recordaba como antes no tenía su olor presente ni recordaba en realidad su tonalidad blanca nacarada, pero al soñar con ella volvía el sentimiento de extrañar algo que no fue tuyo y se ha perdido entre sueños.
Ya se veían en su cabeza hilos plateados y para ver necesitaba unos grandes  anteojos, ahora era un especialista había visto y conocido muchas variedades de flores y se había enamorado de muchas de ellas teniéndolas como sus favoritas y conociendo todos sus detalles.

En una feria internacional que lo invitaron como un conferencista, quedo fascinado cuando uno de los expositores había llevado su blanca flor. 
Sintió un poco de temor y antes de acercase a verla de nuevo, averiguo todo lo que un día quiso saber, luego la vio desde lejos sintiendo como sus pétalos arrogantes lo desafiaban a verla más de cerca. No podía tocarla estaba en una urna de cristal, nunca había podido tocarla, así que solo se imaginó el tacto de sus  pétalos y su perfume que ya solo era un sueño de juventud.
Pidió como especialista una gran explicación de sus orígenes y la posibilidad de poder tener un contacto más directo, pero los expositores se negaron, eran muy celosos con su posesión y él sabía que tenían razón, si fuera el ni la llevaría a exposiciones.


La siguió en varias exposiciones a lo largo de varios años, una o dos veces al año y al cabo del tiempo pudo por fin estar a solas con su flor, intento tocarla pero temía dañarla así que volvió a imaginar y a sonar que se sentía a su contacto, percibió por fin su aroma y trato de guardarlo hasta la próxima vez que tuviera la oportunidad de estar con ella.
Siguió soñando con tenerla pero se dio cuenta que siempre había sido suya que estaría en su mente y en sus sueños hasta su muerte y así se alejó por última vez sin mirar atrás.