No quiero tentar a la esquiva suerte,
tampoco ofenderla con lo que digo.
Pero es que tantas veces la maldigo
que temo mande al ángel de la muerte
a que haga de mi ser un cuerpo inerte,
perdido, sin el soplo de un amigo
que dé a mi corazón un tibio abrigo,
y sin una ocasión para quererte.
Aquí sigo sufriendo ese mal paso
que me arrastró de golpe a este universo
en donde no soy más que un vil pedazo
de aquél que pude ser con el abrazo
sutil de tu figura, como el verso
confiado que reposa en mi regazo.