Caramelo de Ricina

Mangata

Dice que me ama

con medio cuerpo 

en la salida de emergencia

y dos caricias saltándole el muro. 

Desde la posición de listos, 

deja caer un beso 

que protejo como a una especie en peligro de extinción. 

Ella duerme, 

sana. 

Yo muerdo, 

pierdo. 

 

Hay una herida 

que no le mostré,

que nunca sangró

que se perdió por un par de años

y volvió sin memoria; 

que hoy custodia la desidia 

y aúlla cuando se marcha el dolor.

 

Tampoco sabe que

fraccioné la noche para alimentar la incuria 

que hambrienta comenzó por la cama 

y me alcanzó un dedo. 

 

No puedo dejar que coma mis brazos:

¿quién arrullaría su ausencia?

Tampoco mis piernas: 

¿quién iría detrás de su desdén?