Gelzaros

LAS BELLEZAS

 

Sabido lo fugaz de la belleza

es un placer contemplar su estallido

y darle un hola –seguido de un despido–,

ya con «su imagen» en nuestra cabeza,

 

la cual, enseguida se nos despieza

y se va diluyendo en el olvido.

Raudo, por otra, te ves atraído

y contemplas, de nuevo, su pureza

 

rellenándose, otra vez, el vacío

con sombras que se van iluminando

y que se engalanan con un vestido

 

de colores, que te ha de ir preservando

del lánguido y apático gemido

que siempre nos está amenazando.