Caminante de mil veredas recorridas,
soñador al que un sueño le abonó el amor,
vigilante de las tardes entristecidas,
nefelibata de céfiros encendidos,
silfo que contienes el hado del destino,
morirá tu ser y polvo serán tus huesos,
en tu epitafio se leerán bellos versos,
y en las bohemias noches de tus amigos,
ellos recordarán rimas que derramó tu espíritu
y extasiados por tu verdad pura, dirán:
¡vives poeta!... vives en nuestro camino.
Andrés Romo
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