Volé sobre los campos,
sobre ríos y praderas,
herido, de pico amargo,
volé hacia ti, de alas secas.
Me anido en tus brazos,
me enredo como la hiedra.
Mi nuevo hogar es cálido,
cálido como una hoguera.
No me sueltes, o caigo,
marchito sobre la tierra;
ahora tú eres mi árbol,
y tus hojas me rodean.
Me tienes en tus manos,
tus manos de enredadera;
ahora yo anuncio el canto
de una eterna primavera.
—Felicio Flores.