Ana Maria Delgado

TRAS LOS DESTELLOS DE LOS CRISTALES

A ratos,

me siento sublime,

cual gota de agua

en la cerámica lisa

del piso del

albergue que me acoge.

 

A ratos,

me desprendo

de los pedazos de carne inmunda,

de la voz estéril,

ipso facto,

vago,

deambulo,

me torno liviana,

y me río del frío,

que lastima las extremidades,

que me permiten desplazarme,

del lugar donde habito,

hasta,

las postrimerías del paraíso que me circunda,

en medio,

de lo que los demás,

en medio de su trivialidad,

creen ver.

 

A ratos,

soy, siento, me estremezco,

descanso mi alma,

descanso mi vida,

mi cuerpo…

 

A ratos,

escucho melodías, apacibles cantos,

que paulatinamente

me vuelven delirante,

mientras re considero mi vida,

sucesos,

hechos que,

a ratos,

me torturan.

 

A ratos,

dejo que mi cuerpo se exprese

en infinidad de frenéticos

movimientos,

creando insólitas poses

que afloran libremente, sin anclas.

 

A ratos, vibro,

mientras en mi estomago,

florecen  sabores a todo y a nada,

me nutro entonces de rezagos,

del alimento que solo a algunos,

les es permitido,

al que solo algunos,

acceden por convicción,

o por el enorme deseo,

de experimentar esa sensación,

que se sofistica,

cuando pasa del esófago,

al acolchonado paraje

del órgano vital,

que se vuelve lánguido

y exigente cada vez más.

 

A ratos,

el fuego envuelve mi vida,

mi carne, mi cuerpo.

 

A ratos,

se forma una hoguera.

 

POR: ANA  MARIA  DELGADO P.