Danzaba con la fuerza inmersa en su alma y espìriru, con una entrega solemne a lo que era su pasión. Impetuosos movimientos, giros huracanados, sutiles y elegantes desplazamientos instilaban sus emociones y pensamientos.
La mùsica estridente en su complejidad, sinfónica, quiza con una mezcla de metal, jugaba con ella, se amaban como tierna pareja de enamorados, llenos de abstracción.
El silencio la contemplaba con ojos nostálgicos, como si fuera el último número que fuese a ejecutar. La belleza que emanaba al bailar e interpretar su pieza de amor, era surrealista, indescriptible.
Terminando la pieza, batalla con una daga med¡eval en su danza violenta. Ha aflorado nuevos sentimientos y la danza se ha vuelto más enérgica al ritmo de los violines y la guitarra eléctrica. En un instante indecifrable, el arma de doble filo corta sus blancas muñecas, dejándose llevar por la melodiosa batería, fué como una orden, estos dos elementos habían conspirado el ataque efímero.
La bailarina de vestidos negros y cabellos rojos, cae en su escenario, creado por su mente. Falta poco para el final de la ejecución, el sostenido de la soprano del cd, anuncia la muerte paulatina de la doncella. Rapidamente corre sangre por su vestido largo y acampanado sin notarse casi nada, sino solo en aquel testigo, el suelo de madera.
Las manos casi traslúcidas de Julie, tocan la daga nuevamente, tomándola por inercia, con una fuerza aún contenida dentro de su ser, en sus brazos ahora débiles. Estaba siendo arropada por la propia muerte. Como rayo veloz, un instante imperceptible, lleva la filosa daga sobre su pecho agonizante, con el soplo de vida andante en el aire.
Aún respira, todavia laten sus nervios, su vida ahora cuelga de las paredes, aún luego de la muerte. Lágrimas brotan por sus ojos y se deslizan suavemente al compás del vaivén del viento enfurecido. Su fiel amante está a su lado, el único que estuvo y estará, quien admiraba sus pasos, su baile violento y dramático, este que reinará por siempre.