Ernesto Heredia

Personal

Ya lo sé,
algún día seré ceniza.
Con breves e inertes intentos
de hacerme inmortal.

 

Cómo todos, en algunos días soy libre,
en otros, un testigo más
de una mariposa atrapada en el tráfico.

 

Así es:
el sueño va y viene,
el suelo sigue ahí, irreverente,
marcando el espacio peatonal
dónde inadvertidas
se fugan las vidas.

 

Pero... si busco un “pero”
al constante agitar de la ceguera,
una rebeldía al engaño de la ciudad;
propongo mi más sincera alegría,
mi más inocua felicidad.

Tampoco es gran cosa,
una ligera alegría.

 

Solo vine a darle un abrazo a la vida,
y en este punto, un beso al mundo,
una oda a la existencia,
con lugares y momentos
que estarán guardadas
como postales infinitas
en algún lugar inexacto de mi memoria.

 

Postales,
que hasta el último pulso eléctrico
de mi efímero cerebro,
serán inmortales.

Quizás para el siempre
en el que dure mi palpitar.
Al final el respirar no es más
que un milagro personal, pero compartido.