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Las mañanas mañaneras contigo (Versión I)

El cielo amanece, se tiñe de tinta azul radiante
(como el de mi rostro al saber que te tengo al lado).
Miro al techo. Lo observo.
Sigue igual de blanco que siempre, no ha cambiado.
En la noche anterior, sus estrellas brillaban.
Era como besarnos bajo la luna... tan deslumbrante...
Mas hoy es un nuevo día, junto a tí.
 
Suspiro,
no sé cómo me siento.
Pero te tengo al lado, a 27 centímetros exactamente. Y sonrío.
Las nubes de mi cabeza se despejan
(como las del cielo mañanero).
Vuelvo a suspirar.
 
Me volteo suavemente para mirar tu espalda.
Es preciosa.
Tu camiseta blanca deja apreciar los músculos que la conforman...
tan marcados...
Me enamoro más, aún más.
Saco mi mano delicadamente de esa cueva hecha de dos edredones y una manta.
La dirijo hacia tu espalda. La acaricio, con suavidad.
Parecía que estaba tocando una herida enorme a flor de piel.
La acariciaba con miedo a hacerte daño. Muy lentamente,
como la luz que atraviesa la ventana empapada por la humedad.
 
Pero te mueves. Es un movimiento perezoso, mañanero.
No te acuerdas de que la noche anterior dormimos juntos,
en tu cama,
los dos,
abrazados.
 
Mierda, creo que te has despertado.
Te giras hacia mí rápidamente; ya te has acordado de que estaba a tu lado.
Ese giro parecía el de un niño en la mañana del 6 de enero,
emocionado por abrir los regalos.
Espera, ¿acaso soy un regalo para ti y por ello te has levantado tan excitado?
Puede ser, tu pene asiente.
Está más tiesa que un fuet ya seco.
Me gusta, me excita.
Con tus labios creas una sonrisa tonta:
me gusta, me excita.
 
Seguidamente,
27
segundos
nos
miramos
a
los
ojos.
Hoy los tienes más claros, color miel.
 
Me fijo en el gesto que haces siempre con la nariz,
el que tanto me gusta,
en el que nadie se fija.
Tú también sacas a rastras la mano de la cueva,
pero esta vez para sonarte los mocos.
No encuentras los pañuelos.
Te levantas para buscarlos mientras,
sin darte cuenta, te miro de nuevo la espalda...
me gusta, me crea buenas sensaciones.
Siempre estás constipado, no sé cómo te las ingenias.
 
Después de esos 27 segundos toca levantarse, son la 13h.
Me quedo apoyada en tu pecho solo 5 minutos más
(mentira, siempre se alargan).
Tus brazos son como hiedra: fuerte y bonita,
invasora.
Me atrapan y me hacen sentir segura,
protegida.
 
Vuelves a hacer el gesto de la nariz,
no te estoy viendo pero sé que lo estás haciendo.
¿En qué estarás pensando?
Tal vez en la nueva rotación del LOL.
No lo sé, yo solo sé que te quiero.
Mentira, no estoy segura de ello.
Lo que siento por ti se queda corto con un mero
\"te quiero\".
 
Espero que
en 27 meses
sepa expresarte
lo que siento
cuando veo
tu espalda
rayada de Sol
por las mañanas.