Natzi Coatl

De los que ya no están

Y así termina, 

de repente la vida se va,
un día sonríes y mueves la muñeca 
anunciando que mañana estarás,
miras a todos gritando que no te irás,
dices ‘hasta mañana’ como si tuvieras todo a tu favor, 
como si esa afirmación no se estropeara con nada.
Te equivocaste, te equivocaste una vez más,
te he esperado a la hora acordada 
y en la reunión de siempre y no te veo, no estás.
Te fuiste antes de que te dijera quédate,
¿dónde estás? lo prometiste, ¿dónde estás? 
que te echo de menos, que te quiero.
No te vayas, espera, déjame tocarte una vez más,
deja que mis pupilas se multipliquen para recordarte,
porque ahora que no hay marcha atrás, 
sólo dejas este vacío,
estas calles que no son nada sin ti,
y es que les enseñaste tanto,
les diste una lección, que con contingencias,
 con esta maldita enfermedad que ahora te arrastra,
 sólo dejas una cosa: dejar de sobrevivir y vivir, vivir; porque
soy de las que presume que no hay momento que no disfrute,
que no hay vivencia que no goce, y hoy que te vas,
hoy que te has ido estoy a los pies de los Tanatólogos.
Me has recordado que todo perdona menos el tiempo,
ese te sostiene como una guillotina 
y te deja caer cuando menos te lo esperas,
hoy a mis veintidós ya no puedo mostrarte lo que una vez 
te platiqué con mares en los ojos,
ya no, te has ido, y yo ruego por seguir viviendo contigo.