Golpe de mar

Maletas

Correas, cremalleras, asas, nudos, enganches, eslingas, contraseñas, clicks, ruedines, compartimentos, bolsillos.

Todo eso cabe en un bulto.
Ideados para portar necesidades, por si a casos y saudades. Fin inmediato.

Rodeado de equipaje me baña la verdad de mi reloj.

Auguran trasformación, cambio, movimiento e incertidumbre. Acierto o error.

(Siempre me gustaron los interrogantes, acogedores, azocados).

El miedo no viene en ellas, no tomó el ferry, se estampó siniestro en el espigón con el que recurrentemente soñé en mi cobardía, en el final del muelle, al principio del mar. 

Los bomberos aún tratan de sacarlo, pero no se puede agarrar a una ceniza.

Ahora estamos solos, ellas y yo.
Las muevo, las coloco, me susurran…úsame, cárgame, camina, lléname otra vez y ponme un ticket nuevo. 
Su cometido es ése.

Las guardo en lugares no visibles, evito sus anhelos subliminales.

Mis nimiedades, repartidas y localizadas en extraña estancia
componen un ahora místico, en donde reside mi lucha, mi congoja, el dolor que la lava fría provoca en mis delicados pies.

Pero esa misma terminará por ser moqueta roja y mis plantas mutarán a piel de cocodrilo.

Hasta que otra vez toque el cierzo la ventana de mi no casa, y con frío ademán, 
vuelva a sacar las maletas del desván,

yo mismo.