Javier Bermejo

Navidad divino tesoro.

Ahí fuera, rodeado de asfalto, el ruido es ensordecedor.

La muchedumbre se agolpa, enloquece con luces de mil colores,

corre, grita y llora por hacer las compras al mejor postor.

 

Las tarjetas, los billetes, la ansiedad, el descontrol,

se apodera de las calles, de las mentes frágiles de las almas perdidas,

del pasado maldito, de las heridas abiertas, ¡ay qué dolor!

 

Las familias unidas, se miran con recelo.

Rodean las mesas repletas de bebidas espirituosas, de recetas olvidadas,

de recuerdos ausentes de aquellos que faltan y dijeron adiós.

 

Villancicos, zambombas, panderetas y lujosas ropas adornan la habitación.

Entre carcajadas, peleas y bromas se asoman al borde de la destrucción.

Navidad divino tesoro, lo que fuiste y lo que eres.

Borracheras, drogas y clásicos programas en el televisor.

Entre cartas, juegos de mesa, un bingo barato y un poco de alcohol

la noche se apaga hasta el próximo año, ¿será peor?