Ahora, cuando el duro frío
hiela el alma y rompe sueños;
no hay corazones floridos,
no hay abrazos, ya no hay besos,
solo suspiros y aromas,
dulces y alegres recuerdos
de Navidades felices
y felices Años Nuevos.
Aquellos en que era normal
cenar junto a los abuelos;
en la casa o en el campo,
en el piso o yendo al pueblo,
todo esplendor y alegría…
todo inmenso y sin saberlo.
Vagábamos entre risas
entre bailes y gorjeos;
todo era gala y jolgorio
al calor de un gran fuego,
el que brinda la familia
juntos en torno al brasero,
o a las ascuas y el rescoldo
de la hoguera y entre juegos.
Eran jardines de rosas
que ataviaban el invierno;
engalanaban Navidad;
despedían año viejo.
Ahora es todo árido y un
triste camino desierto,
vertiendo sangre a ríos
en este maltrecho invierno,
al que imploro en plegaria
la llegada del año Nuevo,
cargado con esperanza,
dando vida a nuestros sueños,
mostrando de nuevo la luz
oculta con el gran velo
de este dolor infligido
por la enfermedad y el duelo.
¡Oh luz..., fotosíntesis,
trae vida en Año Nuevo!.
Torna a jardines de rosas
lo que ha sido un desierto;
en un año para olvidar,
aunque nadie pueda hacerlo.
Y no vengas con tragedia,
elegía y cruel cuento,
ven con lírica poética
donde “La Vida” sea verso,
alabanza y exaltación,
dulce amor en el soneto.
Y no recites lo escrito
por el poeta ya muerto:
“Si así Dios lo ha querido,
así debería serlo”.
Mi juicio, no aseverará
el contenido de esos versos;
porque no hay Padre que quiera
ver a su hijo triste o muerto,
ni Artista que destroce
su cuadro más perfecto.
23 de diciembre 2.020