Rafael Huertes Lacalle

A LA LUNA DE SANGRE

Absorto, sobre la arena, 
tumbado, de cara al cielo, 
sucumbe la tarde bella 
en un ocaso perfecto. 
Desaparece el púrpura y, 
la noche echa el gran velo, 
la oscuridad se hace grande
inmensa como el universo. 
Entonces, y de la nada, 
envuelta en halo y misterio, 
fulgente como la plata 
enciende su luz de ensueño 
la luna súper gigante, 
con gran bondad, en silencio, 
¡iluminando la tierra, 
qué tanta noche da miedo!, 
y la tierra le presenta 
con el máximo respeto 
su sombra ensangrentada 
en un eclipse completo. 
¡La luna llena de sangre 
envuelta en halo y misterio!. 
Apenas unos minutos… 
¡qué esplendor de firmamento! 
San Juan Bautista yace 
decapitado, ya muerto: 
cabeza en bandeja de plata 
sobre un lecho sangriento. 
Vil logro de Salomé al 
trueque por danza del velo, 
concedido por Herodes, 
deslumbrado ante su cuerpo, 
en otra luna de sangre 
envuelta en halo y misterio. 
Y en los montes tenebrosos, 
donde encueva el lobo hambriento, 
en una metamorfosis 
y un perfil de hombre-lobezno, 
aúlla entre abruptos riscos 
sobre un fondo en sangre y fuego. 
¡Licántropo…, grandes fauces, 
alimaña del infierno; 
traes el frío a las almas, 
traes terror a los cuerpos.! 
En una luna de sangre, 
en una noche de miedo. 
Civilizaciones, tribus: 
inca, maya, hindú, luiseños, 
persa; incluso cristianos, 
juglares y cuentacuentos, 
cantan agoreros presagios 
para esta luna de ensueño: 
¡Pródiga en fertilidad 
 y en sus niños venideros 
con manchas sobre la piel, 
creciendo deformes huesos!. 
¡Lucha sangrienta de dioses!. 
¡El jaguar la está comiendo!. 
¡Batalla feroz con el sol!. 
¡Enferma se está muriendo!. 
Superstición o leyenda, 
ancestral mito del pueblo, 
para esta luna de sangre 
envuelta en halo y misterio, 
que nos fascina y enloquece 
vestida de rojo velo. 
                       

                        Rafael Huertes Lacalle