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El heredero (cuento - primera entrega)

El frío se ha instalado en mis huesos y sobre mi cabeza siento el murmullo del viento soplando el  nylon sobre el techo desvencijado, fue aquella tormenta, aquel granizo fatal para las viejas chapas y ahora nunca más a tiempo Santa Rosa de Lima me visita, llega a mis oídos, me perfora, aún me duelen los músculos y queda tanto por hacer.

Julio del 73, me asomo por la vieja puerta de la cocina, está lloviendo pero me doy cuenta que no es una lluvia más, está cayendo hielo, pequeños trozos, como viruta helada, salgo a la escalera y subo los cuatro escalones que me separan de la terracita, el hielo se ha ido acumulando, sigo por la escalera de hierro, despacio, la bota de yeso se resbala y se me quiebra a la altura de la canilla, en la terraza grande el hielo se hace nieve: ¡está nevando!...

Ya no es fácil encontrar las calles adoquinadas, aquellas eran un tesoro de la época de vaya a saber cuando, la plaza de las Américas y el ombú gigante en la esquina perfecto para hacer una casa en sus ramas más gruesas, en el hall de casa quedó un partido por terminar, mi Independiente de Avellaneda está a punto de coronarse campeón del torneo metropolitano de la SAB, el fútbol de botones llevado al máximo esplendor, solo puedo dejar un partido por la mitad para ir a fumar a la vieja canchita detrás de Minetti, hacia allá marchamos, cruzamos las vías, bordeamos el viejo galpón amarillo devenido en depósito de azúcar y harina, el ombú algo más pequeño que el de “las américas”, damos la vuelta y nos metemos en el pequeño montecito de cañas y cafetos salvajes, enciendo un clifton y se lo paso a Fernando, enciendo otro y nos sentamos a mirar los trenes, poco falta para que pase El Rosarino, destino “retiro”, Fernando no sabe que allá morirá su hermano y yo tampoco se que “el negro” morirá muy joven aquí en Rosario, los recuerdo a ambos, Rubén de trajecito gris y al Dany con su tradicional gesto de tenerla clara.

La hermana del mono, ¿como no la trajimos aquí?, aprieto lo que queda del clifton contra la tierra, no vaya a ser que incendiemos un silo, recorremos un poco el monte y bajo unos yuyos encuentro unas tablas, nosotros sabíamos barrer los vagones de carga y recoger el maíz para las palomas y gallinas, como a veces juntábamos demasiado decidimos un día hacer un pozo en la tierra y guardarlos allí para ir a buscarlo más tarde o al otro día, pero estas tablas eran otra cosa, estaban demasiado bien puestas y bien ocultas, enseguida sacamos algunas y quedaron expuestos muchos paquetes de fideos, latas de conserva y entre la comida unas pequeñas latitas, “detonadores”, como un yoyo con dos solapitas metálicas, supongo que se ponen en la vía, en las curvas o para los días de niebla para avisarle al maquinista que “algo pasa”, (otros les encontrarán un destino más siniestro). Y realmente algo pasa, existen dos mundos: el de adentro y el de afuera, mi vida trascurre entre partido y partido mientras afuera se matan los azules y colorados (todavía)…

El viejo fleetmaster parecía habernos reunidos a todos, era tan largo el cascarudo que cabía como telón de fondo, los copos de nieve lo adornaban como si fuera navidad en nueva York del 47, la Titi, la Ali, el Dany, Paco, el Pepe, el Rauli, el Istí, el Leonardo, yo con mi yeso quebrado…Me pregunto: _¿sabrán lo que está pasando en el país?

El flaco Marquez vive en Brasil, se fue hace mucho tiempo, me dice Fernando que le mataron un hijo, hace años que no lo veo…

El flaco vivía a media cuadra del bar “La estrella”, sobre Urquiza en un pasillo, el viejo que le alquilaba a la madre vivía delante y ellos en el departamento que le seguía, la música estaba fuerte como todos los días, el viejo ya le había advertido demasiadas veces que bajara la música, esa tarde salía el flaco con un amigo y el viejo estaba parado en la puerta, ya lo había medido, le dijo de la música y el flaco lo mandó al carajo, el viejo maldiciendo entre dientes sacó una cuchilla que ya tenía empuñada y escondida a su espalda y lo ensartó en medio del estómago, el flaco se tapó la herida con la mano y corrió hasta una mesita del bar donde se dejó caer, lo llevaron algunos amigos y parroquianos hasta el hospital Centenario (a unas cuadras nomás) donde lo operaron, lo cosieron y zafó de milagro. Hizo bien en irse a vivir a Brasil, en aquella época éramos todos un poco izquierdistas, mucho ERP, mucho Montoneros, cualquier perejil se la daba de cojudo sin saber bien cual era el objetivo que éstos perseguían, 3 años atrás la agrupación Montoneros había secuestrado y asesinado al Gral. Aramburu logrando dos cosas: primero darse a conocer como agrupación revolucionaria y segundo terminar de desgastar el gobierno de facto del Gral. Onganía.

Septiembre del 73: Instituto Politécnico, todo el alumnado está en la calle, han matado a Salvador Allende, la consigna es “Yankee go home” y “Viva Chile carajo”, no habrá clases y de boca en boca corre el rumor que la CIA está detrás de todo esto, yo pienso _¿cuanto falta para que nos toque a nosotros?.

Vamos todos al salón de actos, la UES o vaya a saber quien organizó un acto con olor a mitín a las apuradas, el murmullo es ensordecedor y los aviocintos de papel vuelan por todo el auditorio, sobre el escenario intentan explicar lo que luego ocurrirá con una visión extraordinariamente futurista y real: EEUU terminará sometiendo a toda Latinoamérica, sus lacayos, los presidentes de facto, comenzarán una nueva cadena de endeudamiento que durará más de 25 años, muchos de estos chicos jóvenes e idealistas perderán seguramente la vida a manos de algún bruto vestido de verde en una de las tantas noches de los lápices y los siguientes, los del 62 en Malvinas, sobre el escenario se pelean por “disertar” empiezan los golpes de puño, se notan los bultos de los cuerpos en pugna en el telón bordó, un cortinado hermoso de pana, el cabezón toma un taburete y empieza a golpear a diestra y siniestra a aquellos bultos humanos, no le importa si son de uno u otro bando, esto es una postal de lo que seguirá en el país.

1978, año del mundial de fútbol, el suboficial mayor retirado me informa que tengo que salir con un civil a hacer un “trabajo encomendado”, me reúno en la oficina que está por la entrada de calle Moreno, un joven algo gordito vestido de civil y con una pistola 1125 en la cintura me dice que tenemos que ir a Funes a reparar un chalet que había sido casino de oficiales, subimos a la citroneta color anaranjada del gordito y vamos a casa a buscar algunas herramientas, en el camino me dice que el chalet estaba alquilado y había que devolverlo y los soldados que hacían guardia allí lo habían deteriorado bastante, con nosotros también va un plomero, un personal civil que trabajaba en el comando del segundo cuerpo de ejército, llegamos a Funes, el parque es extraordinario y el chalet no lo es menos, entramos a un buen salón totalmente vacío excepto por dos cosas, una linda araña que cuelga del techo y un piano debajo de la misma (esa imagen me hará recordar tiempo después la película “el imperio del sol”), seguimos recorriendo, vamos al baño y el plomero empieza a reparar un calefón y algunos caños que pierden agua, yo me dedico a revisar la instalación eléctrica, faltan dos fases, el motor de la bomba de la pileta de natación está quemado, sigo reparando algunas cosas simples como un corto en la araña como para dar tensión, el trabajo demandará semanas, se lo informo al gordito, vamos a la casa de los caseros que está en el fondo, son dos habitaciones, no hay puerta y las dos ventanas están tapialadas con maderas, pareciera abandonada o destruida pero no desde hace mucho tiempo, no hay siquiera puerta entre las dos habitaciones, no hay cajas de luz ni cañerías ni cables, todo había sido arrancado, _Ufff esto está destruído, ¿qué es esto?, digo en mi pensamiento, miro las paredes y el techo y leo palabras escritas con el humo de alguna vela o con un carboncito o con un lápiz, hay cuatro palitos cruzados con un quinto (como la anotación en el truco), muchos grupos de palitos, hay nombres, poesías para hijos y esposas, hay olor a cárcel clandestina, me doy vuelta y le digo al gordito _yo soy soldado y mañana vuelvo a la vida civil, vos no se…”Bueno vamos” me dice y nunca más volvimos.

 

***continuará***